Lapatilla
La violencia ha adquirido proporciones descomunales, las cifras son verdaderamente alarmantes. Superamos incluso a México nación azotada por la delincuencia organizada y el narcotráfico. Latinoamérica desplazó a África como la región de mayor número de asesinatos en el mundo. En el continente sólo estamos por debajo de honduras en cuanto a homicidios, delito donde somos el único país de Suramérica donde la tasa de ese delito ha aumentado consistentemente durante los tres últimos lustros. Algunos de estos datos figuran en un informe de la Oficina de Naciones Unidas para la Droga y el Delito.
El horrendo crimen del diputado Robert Serra y su asistente ha conmovido a la sociedad, colocando de nuevo en primer plano el debate sobre el gravísimo problema de inseguridad y la violencia desatada. Desde 1999 hasta ahora se han anunciado más de una veintena de planes de seguridad, sus resultados están a la vista de todos.
Ha sido ampliamente estudiado por los más diversos profesionales del área: criminólogos, penalistas, sociólogos, sicólogos sociales etc. Por supuesto que las causas de la inseguridad y la violencia son muy variadas, pero también es cierto los especialistas coinciden en que la impunidad es una de las principales. Mientras que en el resto de América Latina el factor clave de la violencia parece ser la brecha de la desigualdad social, en Venezuela es la impunidad el elemento central de la expansión delincuencial de nuestros tiempos.
El discurso agresivo y virulento por parte de los voceros del régimen ha contribuido, no en pequeña medida, al complejo ambiente de violencia en que vivimos. Una muestra reciente la constituye las declaraciones de los más altos voceros oficiales a raíz del crimen del diputado y su asistente, condenado por todos los sectores; hasta el punto que la Mesa de la Unidad pospuso la actividad prevista para el pasado sábado. No voy a referirme a los mensajes enviados a través de las redes sociales por algunos personajes como Blanca Eekhout, Maripili Hernández o Freddy Bernal.
El Ministro del Interior quien presentó la primera versión sobre el abominable hecho concluyó la lectura de su declaración con un innecesario y provocador llamado a la oposición a no realizar “un show mediático”. Le sucedió Diosdado Cabello señalando culpables sin esperar el resultado de las investigaciones de los órganos competentes, culminando con el discurso agresivo y violento de Maduro en las exequias.
El Ministro del Interior quien presentó la primera versión sobre el abominable hecho concluyó la lectura de su declaración con un innecesario y provocador llamado a la oposición a no realizar “un show mediático”. Le sucedió Diosdado Cabello señalando culpables sin esperar el resultado de las investigaciones de los órganos competentes, culminando con el discurso agresivo y violento de Maduro en las exequias.
Me relató un amigo que asistió al entierro como le sorprendió y quedo prácticamente estupefacto al escuchar las consignas voceadas reclamando venganza. Si en algo no mintió Maduro, fue al afirmar que en el acto la exigencia de “mano dura” fue una solicitud recurrente. Como es obvio, el discurso oficial trae consecuencias que no son ajenas al clima reinante.
En tales situaciones lo natural, lo normal es que los gobernantes se comporten con prudencia y sindéresis, pareciera demasiado exigir eso a quienes ejercen el poder irresponsable. Actúan acusando y usando el verbo de manera irreflexiva considerando que le rinde dividendos políticos. ¡Cuán equivocados están! La realidad actual demuestra todo lo contrario.
Luis Manuel Esculpi