Se podría denominar también el pelar de los pelares. De dónde proviene la voz pelar para significar carencia y humillación a un tiempo no lo sé. Debe estar asociada con trabajos bajos de máxima necesidad física y poca utilidad mental. Pienso, por ejemplo en peladores de mazorcas para cachapas, o peladores de naranjas u otro uso de peladera insignificante. Tal vez, o muy seguramente, tenga de plano alguna significación sexual. El caso es que lo que denominamos pelazón resume carencia económica mayúscula, y reducción de la dignidad humana y todo eso condensa a su vez la situación más actual de los profesores universitarios venezolanos.
Los sueldos de los profesores en Venezuela son tan indignos y humillantes que la mayoría se está yendo del país en procura de resarcir su dignidad. Cualquier país latinoamericano, antes impensable, como Ecuador o Colombia, se lleva nuestro intelecto con una cantidad de pago en dólares insuperable en comparación con las universidades públicas venezolanas. El talento joven emigra en busca de mejores condiciones para desarrollar su docencia y su investigación, dispuesto a pasar trabajos de adaptación a medios probablemente hostiles en las sociedades a las que tiene que amoldarse, pero sabedor de que vivirá mejor.
Y ni qué decir de las condiciones laborales que tienden a empeorar. Universidades depauperadas en todo. Campus deteriorados, imposibilidades de desarrollar investigación alguna, por carencia de posibilidades materiales para su ejecución, aulas sucias y desmanteladas, estancamiento tecnológico, freno en cuanta actividad creativa se pueda presentar.
La protección social de los docentes es otro fracaso rotundo generado por las acciones o inacciones de este gobierno. Se hace prácticamente imposible poder contar con la necesaria atención médica y recreacional de la familia universitaria. Con seguros disminuidos y posibilidades de atención negadas.
En cuanto a las providencias estudiantiles ni hablar, el gobierno sale raspado en cuanto a becas, transporte, ayudantías y comedores, así como en la protección del bienestar en salud de los alumnos.
En seis meses, el Ministerio de Educación Universitaria ha cambiado cinco ministros y con ninguno se ha podido llegar a un mínimo acuerdo en cuanto a las necesidades de los profesores. La reducción sistemática del presupuesto universitario ha hecho que los requerimientos de insuficiencias que se realizan después del primer semestre del año, vía créditos adicionales parlamentarios, se conviertan en montos mayores que el presupuesto base, lo que amarra financieramente a las instituciones de enseñanza superior.
En la última reunión de FAPUV, nuestra Federación de Asociaciones de Profesores Universitarios, se determinaron diferentes acciones para manifestar ante el país el inmenso descontento que atraviesa el sector en todos los órdenes, que impiden un desempeño normal mínimo de las actividades académicas. Así que pronto el país, por diversos medios podrá conocer entonces la hondura de nuestro malestar y nuestros reclamos. Ya arrancaron en la ciudad de Mérida las protestas de nuevo y muy probablemente estas actividades serán indetenibles. Más si a ello le sumamos la cantidad de estudiantes “privados de libertad” y privados por la golpiza, y sometidos luego a regímenes de presentación y a impedimentos de salir de sus ciudades.
Esta situación, no me queda la menor duda, solo se revertirá cuando ocurra un cambio de gobierno, porque con este hemos tenido mesas y mesitas de incomprensión, y una permanente lucha en la resistencia por cambiar el modelo educacional, ya que desde el gobierno y sus diferentes tozudeces, hacen caso omiso a la calidad en enseñanza y en investigación y se orientan a una necesidad política de ampliar cupos no más, sin control, sin mediciones de talento, sin límite alguno que permita vislumbrar un posterior desarrollo adecuado del material humano que se tiene para formar.
Para dejar de pelar en todo, en el bolsillo, en la conciencia, en la materialización de los mecanismos para imponerse del conocimiento, transmitirlo y desarrollarlo sólo queda orientar la sociedad a la comprensión absoluta de la necesidad imperiosa de nuestro trabajo libre, sin entreguismos de ningún tipo, como ha sido la universidad y no dejará de ser. Para dejar de pelar en la vida universitaria y su existencia hay que cambiar, pero cambiar el gobierno, antes no vislumbro salida.
wanseume@usb.ve