En su juventud fue delgado, pero los años de Canciller y el tiempo que lleva en la presidencia, han deformado la figura de Nicolás Maduro, que ahora luce una prominente panza, de esas que se logran a punta de buen comer y poca actividad física. La propaganda presenta a los “revolucionarios” como atléticos trabajadores incansables, mientras que la realidad los muestra engordando, cambiando sus vestimentas, en fin, conformando una oligarquía que jamás pasará el hambre que pasa el pueblo, mientras estén viviendo del dinero público. Ahí lo tienen hoy en su cadena de Radio y TV (lapatilla.com)