?Vivimos en un país bizarro donde grupos irregulares -ilegalmente armados- convocan a una rueda de prensa para anunciarle al gobierno que desconocen su autoridad y que piensan seguir delinquiendo. Y no se trata de una exageración, ni hablamos de un delito menor. Al contrario, la violación a la “Ley para el Desarme y Control de Armas y Municiones” es un grave delito de consecuencias impredecibles. Pero esta insólita declaración muestra varias aristas de la realidad venezolana.
Primero, los voceros en esa rueda de prensa hablaron en nombre de 260 colectivos armados, nada más y nada menos. Todo un aparato paramilitar que inicialmente fue creado para amedrentar a la sociedad democrática pero que ahora se ha convertido en un elemento más de inestabilidad política. Cría cuervos y te sacarán los ojos, dice un viejo refrán. En lo sucesivo, cuando el gobierno hable de paramilitarismo podremos suponer que se mira al espejo. En todo caso, hoy nadie duda que la inseguridad en Venezuela tenga un componente esencial en la violencia estimulada desde el propio gobierno.
Por otra parte, el desacato al gobierno tiene su fundamento en las carencias éticas del PSUV y de la burocracia gobernante. Es decir, si la corrupción también es delito y reina la impunidad ¿con qué autoridad las “cúpulas podridas” le exigen a otros el cumplimiento de la Ley? Si la niñera de Jaua puede portar un arma y el ministro le miente descaradamente al país, lógicamente estos “revolucionarios” se sienten en el derecho de hacerlo también. Si el gobierno viola los DDHH de los venezolanos en nombre de esta supuesta revolución, ¿cómo exigirle a los colectivos que entreguen las armas? Me imagino que dirán “si protegen a El Pollo Carvajal, tiene que protegerme a mí también”. En definitiva, lo que tenemos es un gobierno moralmente desarmado.
Finalmente, este episodio agudiza la crisis de gobernabilidad, deja en evidencia la inmensa debilidad de Maduro y devela la pobreza institucional de nuestra Fuerza Armada Nacional. En lo político, esta rebelión interna es una consecuencia del vacío de liderazgo en la “revolución” luego de la partida del “comandante eterno”, quien era el único que medio controlaba a sus huestes. Entonces uno se pregunta: Si los colectivos no hacen caso a Maduro y mucho menos a Diosdado; si el General Rodríguez Torres es desalojado del Ministerio del Interior por estos grupos y “los militares están en la mira”; si el gobierno no puede desarmar a nadie y ni siquiera pueden controlar a los suyos, ¿?quién garantiza la estabilidad política del país? A este dramático cuadro de inseguridad, hay que agregar la profunda e inocultable crisis social y económica, generadora de un gigantesco descontento en la población. La situación sugiere una respuesta unitaria por parte de la alternativa democrática pues un gobierno moralmente desarmado está inhabilitado para garantizar la paz, que es una aspiración compartida por todos los venezolanos. Tal incapacidad incrementa el rechazo al régimen y reafirma la necesidad urgente de un cambio en Venezuela.
Twitter: @richcasanova
(*) Dirigente progresista / Vicepresidente de ANR del Colegio de Ingenieros de Vzla.