El cómico mexicano Roberto Gómez Bolaños, Chespirito, no soñaba con alcanzar la fama. Todo ocurrió, como decía su archifamoso personaje de El Chavo del 8, “sin querer queriendo”.
A fines de la década de 1960, cuando trabajaba como guionista de un canal de televisión, faltó un actor y tuvo que pararse delante de la cámara. Fue un viaje sin retorno.
Cuando puso un pie en el mundo del espectáculo, Gómez Bolaños probablemente nunca imaginó que su destino sería divertir a varias generaciones de latinoamericanos con personajes como “El Chavo del 8” y “El Chapulín Colorado”.
Chespirito murió el viernes a los 85 años en el balneario mexicano de Cancún, dejando huérfanos a millones de admiradores desde Ciudad de México y Sao Paulo hasta Luanda.
En un fenómeno completamente inusual en la televisión, las comedias descoloridas y granuladas protagonizadas por Gómez Bolaños en la década de 1970 sobrevivieron más de 40 años y continúan siendo retransmitidas en América Latina.
“Llegaban las ocho (de la noche) y mi papá nos hablaba a mí y mis hermanos para ver la tele (…), nos sentábamos en el sillón y lo veíamos todos juntos”, dijo el viernes Rafael García, un limpiabotas de 42 años que asegura que su hijo de 18 años sigue viendo las repeticiones del programa.
Las historias de El Chavo, un niño huérfano de una típica vecindad mexicana, y El Chapulín, un antihéroe miedoso disfrazado de insecto, son un fenómeno transcultural. En Brasil, donde lo rebautizaron “Chaves”, fue hasta hace poco uno de los programas de mayor audiencia y llegó a colarse hasta en las pantallas de lugares tan remotos como Rusia o Angola.
“Quizá mi mérito fue atinar, sin intentarlo, a abordar un ambiente que existe en todo el mundo”, reflexionó Gómez Bolaños sobre el éxito del Chavo, en una entrevista con Reuters.
“Es un personaje que he trabajado mucho, que tiene calidad”, explicó, “pero la respuesta exacta (del éxito) no la sé”.
Algunos estudiosos de la televisión dicen que la clave está en la identificación del público con sus personajes marcados por la pobreza, las diferencias sociales y otros problemas abordados en sus programas.
Según el analista de televisión Alvaro Cueva, Chespirito fue “el más grande creador de contenidos en toda la historia de la televisión mexicana”. Y asegura que en su obra se encuentra la idiosincrasia mexicana al desnudo, por eso a muchos de sus compatriotas no les gustaba.
En los personajes de Chespirito es posible encontrar “los códigos, las claves de nuestra estructura social, ahí están nuestros vicios y nuestras manías”, señaló Cueva en mayo.
“PEQUEÑO SHAKESPEARE”
Gómez Bolaños quería ser ingeniero, practicó boxeo y era un fanático del club de fútbol América.
Antes de aterrizar en la televisión como guionista trabajó redactando anuncios publicitarios.
Fue en aquella época que un director lo apodó “Chespirito”, la traducción fonética de pequeño Shakespeare, por su abundante producción como libretista y sus apenas 1.60 metros de altura.
Cuentan que el cómico escribió cerca de 60,000 cuartillas de libretos y llenó el Madison Square Garden de Nueva York, el Estadio Nacional de Santiago y el Luna Park de Buenos Aires.
Su influencia después de 40 años de carrera es tan grande que niños y adultos en todos los rincones de América Latina todavía repiten frases de El Chapulín como “¡No contaban con mi astucia!” o “¡Síganme los buenos!”, un grito de guerra adoptado incluso por algunos políticos.
Gómez Bolaños tenía un brillante sentido del humor. Ya al filo de los 80 años le preguntaron sobre su relación de décadas con la actriz Florinda Meza.
“Ya llevamos 30 años casados”, respondió, “tenemos un matrimonio sólido que únicamente terminará la muerte… ¡o Shakira!”.
En realidad, Chespirito se casó ya anciano en el 2004 con Meza, que interpretó a doña Florinda en “El Chavo del Ocho”.
Algunos criticaban que en los últimos años ella ejercía un férreo control de lo que Chespirito decía y hacía, y que fue uno de los factores que pesaron en su ruptura con el actor Roberto Villagrán, que hacía el personaje de “Quico”.
“¡SÍGANME LOS BUENOS!”
A pesar de haber vivido en concubinato con Meza durante 27 años, los valores de Gómez Bolaños eran conservadores. Incluso llegó a participar en una campaña contra la legalización del aborto en la Ciudad de México.
Nunca escondió sus convicciones políticas y apoyó la campaña de Vicente Fox, cuya elección en el 2000 quebró más de 70 años de gobierno del Partido Revolucionario Institucional (PRI).
Apasionado del fútbol, Gómez Bolaños se encontró alguna vez con el astro argentino Diego Maradona, quien le agradeció por haberlo divertido con sus personajes y él aprovechó para retribuirlo por haberlo deleitado con sus proezas dentro de las canchas.
Una vez alejado de la televisión, Gómez Bolaños explotó su vena literaria con un libro de poemas y una autobiografía, “Sin querer queriendo”.
En uno de sus libros, “El diario del Chavo del Ocho”, revela algunos de los misterios de la serie. Cuenta, por ejemplo, que el Chavo no vivía dentro de un barril sino en el apartamento ocho, y que el recipiente era sólo para esconderse cuando estaba triste o lo perseguían.
Los personajes de Chespirito fueron una mina de oro para Televisa, la cadena de televisión que en los últimos años lanzó una serie animada y un videojuego de El Chavo, y que se apresta a lanzar una similar con El Chapulín Colorado en el 2015.
A los 82 años, Chespirito dio otra muestra de popularidad y vigencia abriendo su cuenta en Twitter con la frase “¡Síganme los buenos!”.
Y lo siguieron. En el momento de su muerte tenía 6.6 millones de seguidores, el doble que el presidente mexicano Enrique Peña Nieto. Reuters