El papa Francisco animó hoy a ir contracorriente, en la oración que pronunció durante la veneración y la tradicional ofrenda floral ante la imagen de la Inmaculada Concepción en la plaza de España de Roma.
Fotos Reuters y AFP
A los pies del monumento de la Inmaculada, el papa pidió su intercesión para “ir contracorriente en este periodo que nos conduce a la Navidad, enseñarnos a desnudarnos, a postrarnos, a donarnos, a escoltar y hacer silencio, a descentrarnos de nosotros mismos y hacer espacio a la belleza de Dios, fuente de nuestra verdadera alegría”.
También pidió la ayuda de la virgen “en la lucha cotidiana que tenemos que combatir contra las amenazas del maligno”.
Francisco instó a “que la intercesión de la virgen libere a la humanidad de toda la esclavitud espiritual y material y haga ganar en los corazones y en los eventos el diseño de la salvación de Dios”.
“Qué haga que, en todos nosotros, en tus hijos, prevalezca sobre el orgullo y podamos ser misericordiosos”, agregó.
El papa Francisco salió del Vaticano a las 16:00 hora local (15.00 GMT) a bordo del automóvil Ford Focus que utiliza habitualmente y primero se detuvo para rezar ante la virgen “Salus Populi Romani” (Protectora del Pueblo Romano), un icono bizantino del siglo XIII situado en la capilla Paulina de la basílica Santa Maria la Mayor.
Es este un gesto que también realiza después de cada viaje internacional para dar gracias a la virgen.
Después llegó a la plaza de España, donde, a lo largo de la jornada, diversas instituciones y ciudadanos italianos colocaron ofrendas de flores a los pies de la virgen Inmaculada, que corona un columna de nueve metros de altura.
Pero los primeros en hacerlo fueron los bomberos de Roma, que esta mañana alcanzaron la imagen de la virgen y le colocaron una corona de flores blancas en la mano derecha.
Tras el rezo de la oración, fue el papa quien bendijo un gran cesto de rosas blancas y amarillas, los colores de la bandera vaticana.
Al llegar a la plaza de España, Francisco, ataviado con abrigo blanco, saludó al alcalde de Roma, Ignazio Marino, y al cardenal vicario de Roma, Agostino Vallini.
Y, una vez finalizado el acto de la Inmaculada, el pontífice dedicó más de media hora a besar y a abrazar a numerosos enfermos que habían sido situados en las primeras filas alrededor del monumento.
Muchos de ellos pertenecían a la asociación Unitalsi (Unión Nacional Italiana de Transporte de Enfermos a Lourdes y Santuarios Internacionales), que aguardaban su paso junto a enfermeras y voluntarios.
Después, el papa rodeó la plaza a bordo de su automóvil circulando despacio para poder saludar a las decenas de miles de personas que se habían concentrado en las calles adyacentes y se detuvo varias veces para besar a los niños que le acercaban los hombres de la seguridad.
La tradición papal de la ofrenda de flores se remonta a 1857, tres años después de la definición dogmática de la Concepción Inmaculada de María por el papa Pío IX (1846-1878).
Por voluntad de Pío IX, se erigió el monumento y fue él quien lo bendijo el 8 de septiembre de 1857 desde el balcón central de la embajada española. EFE