Despedimos el 2014 inmersos en la mayor pobreza y desesperación económica, política y social que hayamos experimentado como país en los últimos 100 años y no queda sino otear en el horizonte del 2015: un salto al vacío.
Lo peor es que lo que nos trajo hasta aquí no fue una incongruencia ideológica, ni de clases, ni de razas, ni un conflicto histórico que venimos arrastrando desde la resistencia indígena hace 500 años, ni un asunto de derechas e izquierdas desfasadas, sino un estado de cinismo endógeno que se apoderó de todo desde el mismo poder con esos que se vanagloriaron de estar haciendo una revolución.
Hay miseria por todas partes pero atrapan un camión cargado de dólares y da igual su procedencia. Será que tienen para llenar más. Se han vuelto groseramente ricos y perezosos, ahora solo culpan a “los otros” desde la comodidad de un estudio de televisión. El comandante supremo luce en el cuadro de atrás como un cliché para justificar el simple poder por el poder mismo, “Es la envidia que le tienen” -dicen-, “Todo es culpa de Uribe, de Obama, del imperialismo”.
Sin embargo a nadie parece interesarle el cumplimiento de las leyes sino enchufarse en esa regleta corrupta o morir en el intento. Es como una negación de la civilidad marcada desde quienes detectan el poder en Venezuela, una falta de ética escatológica, un irrespeto vulgar por todo lo que sea esfuerzo y sacrificio para sacar adelante un país. El robo corrupto y la vida mediocre sustituyeron el “moral y luces” de Bolívar como necesidad prioritaria para convivir entre ciudadanos.
Transparencia Internacional es una organización no gubernamental con sede en Berlín que promueve medidas contra crímenes corporativos y corrupción política en el ámbito internacional, opera desde 1993 en más de 100 delegaciones de 70 países y define la corrupción como un abuso de poder para beneficios privados, personales, de entornos y grupos pequeños, con nexos directos, que finalmente perjudica a todos y que deja al descubierto la falta de integridad de las personas que fungen posiciones de autoridad. En su último informe de Índice de Percepción de la Corrupción, el organismo catalogó a Venezuela, como uno de los países con el gobierno más corrupto de América Latina.
Ojo, no estamos hablando del país desempleado, ni el de los expropiados, ni el de los familiares de las víctimas por la violencia hamponil desatada, ni el de los maestros o médicos que laboran con las uñas, ni el de las madres de familia que pasan horas en una cola para tratar de llevar a sus casas los pocos alimentos que encuentran o puedan pagar. El informe se refiere a la práctica malsana de viles funcionarios delincuentes que aprovecharon su condescendencia política para robar todo lo posible de las arcas públicas, injustamente esa Venezuela roja rojita nos convirtió en uno de los países más corruptos de América Latina.
La contralora encargada, Adelina González, fue obligada por órdenes de Miraflores a “parapetear” un discurso nacionalista de ofensa contra el gentilicio nacional, como si el pueblo trabajador venezolano tuviera la obligación de solidarizarse de forma automática con estos actos de robo al patrimonio nacional realizados por funcionarios del PSUV, cuando a su vez el informe de Transparencia Internacional está avalado por una comunidad de países serios que reconocen las innumerables fallas y escándalos que vive Venezuela. Fue esa misma contralora encargada la misma que denunció recientemente que la mayoría de los “funcionarios corruptos” pertenecen al partido de gobierno. Dijo que era algo obvio, porque son quienes tienen la mayoría de alcaldías, gobernaciones, ministerios y curules parlamentarios que dan apertura a los increíbles contratos que enriquecen de la noche a la mañana a tanto oportunista bajo la sombra de la complicidad.
Es la verdadera guerra económica que debería librar Maduro contra figuras por ejemplo como el empresario Guido Ochoa Homes, hijo del diputado socialista de Mérida, Guido Ochoa, quién recibió nada más y nada menos que 18 millones de dólares de Cadivi para su empresita en el imperio, mientras el Cencoex persigue a los estudiantes que mendigan la oportunidad de estudiar y prepararse. O contra los dueños del mismo camión detenido hace unos días en Puerto Cabello, conteniendo varios millones de dólares –sin dolientes- que han debido quedar desparramados entre tantas alcabalas militares y portuarias. Cabello insiste en nuestra idiotez y asegura que se trataba de recursos para repartirlo entre las guarimbas. No hay responsabilidades a excepción de un chivo expiatorio ficticio para asuntos de la prensa oficialista. Esa guerra económica de Maduro tendría más lógica en los 25 mil millones de dólares regalados a empresarios de maletín, mientras trabajos de investigación periodística han dado cuenta con lujos de detalles la forma vulgar y ruin como han crecido en los últimos años las fortunas de una docena de “boliburgueses” al servicio de la causa “Elitista” que gobierna junto a los Castro.
Siendo así al olvido quedará relegado el tema de las colitas de PDVSA a familiares de esa Élite del PSUV ya reseñado por El Nacional por un monto de $418.801 pero aún sin una respuesta contundente de parte de los involucrados, ni el escándalo de Jaua, la niñera, el arma y la otra colita, lo que le da un matiz de burla a la reforma de Ley contra la Corrupción presentado hace una semana por Maduro.
¿A dónde vamos? ¿Quién sabe? Oímos la profecía de que terminaríamos estrellados cuando las expropiaciones de fincas, el cierre de empresas, la imposición política del control cambiario, el diferencial cambiario papaya para la estafa dentro del gobierno, pero nadie hizo caso. Por ahora no queda otra a estas autoridades que victimizarse en medio de este garrafal caos en vez de aceptar la realidad: no existe el paralelo, ni la escasez, ni la estanflación. Hay una guerra y esta a la vista de todos en la calle, los carros son desvalijados a plena luz del día, los atracos y las muertes por violencia son la norma, el toque de queda es cada vez más temprano, el país está sumido en las tinieblas, quedamos atrapados y sin divisas. La propuesta comunista es seguir prestando, vendiendo el país a pedazos a los chinos, no producir pero importar cada vez menos, implementar la tarjeta de racionamiento, incitar el éxodo, raspar la olla, acabar con las riquezas, y orar para que el dólar llegue a 200 antes de navidad, al fin y al cabo son los dueños del 6,30.
Este es el Frankestein de Chávez, un monstruo gigante de corrupción pero con el barril a 100, con el que prácticamente borró toda frontera entre lo que entraba, salía y disponía sin contraloría, todo en una sola caja, dinero público y privado, un océano de recursos en propaganda, campañas, venta de su imagen en el exterior, vallas, ayudas, compras de conciencia y de voluntades, maletines de dólares para un lado y para el otro, sin ningún control, auditoría, oposición, quejas ni contrapeso.
Ahora sin recursos se devela ante nuestros ojos su gran misterio: No hay socialismo posible sin corrupción.
@damasojimenez