Alicia era una mujer segura que supo forjar su propia empresa, hasta que conoció al hombre que creyó que era el indicado y se robó su corazón, sus esperanzas y su dinero. Ema y Carlos llevan 15 años de convivencia, pero no pueden ser felices uno al lado del otro. Por sus carencias afectivas, Débora permanece atada a César, un hombre que no la ama y que le es infiel, reseña Infobae.
Estos y otros relatos son recopilados por la psicóloga Patricia Faur en su libro Historias de amores que matan,publicado recientemente en Argentina por la editorial Planeta. Basados en casos reales de pacientes que atendió, dados a conocer con algunas modificaciones y con su permiso explícito, los testimonios revelan cuán destructivo puede ser un vínculo y lo difícil que resulta superarlos.
En diálogo con Infobae, Faur contó cómo llega una persona a establecer una relación amorosa tóxica y analizó cómo puede recuperarse y salir adelante. “Lo importante es reconocer los propios comportamientos destructivos que llevan a quedarse en situaciones indignas”, afirmó la especialista.
-¿Por qué a una persona le cuesta dar punto final a un amor tóxico?
-Hay personas que, cuando se dan cuenta de que están en una relación tóxica que les genera sufrimiento y dolor, se apartan aunque sea con tristeza o frustración. Pero hay muchas otras que -desesperadas por amor como un adicto en busca de su dosis- se quedan esperando que la relación cambie y se ajuste a la que tienen en su fantasía. Se aferran con desesperación a cualquier señal, a cualquier indicio que les permita seguir adelante con la ilusión. Son amores obstinados, en los que cuesta renunciar a la ilusión de que es posible aunque la realidad evidencie con fuerza lo contrario. Miedo a la soledad, inseguridad o culpa son algunas de las razones por las que alguien se queda. También sucede que minimizan el desamor o el descuido del otro para no tener que tomar la decisión de irse, o han naturalizado el dolor y el maltrato emocional porque es lo que siempre han vivido y no les parece tan grave. Es decir que tienen una hipertolerancia al dolor emocional y sólo se dan cuenta cuando caen en una profunda depresión o cuando enferman físicamente.
-¿Cómo puede una persona recuperarse después de una relación tan destructiva?
-La recuperación siempre es posible, pero habrá que trabajar bastante consigo mismo, en principio, para darse cuenta de que el problema no es el otro -más allá de los problemas reales que tenga ese otro-, sino el tipo de relación vincular que establece esa persona. Su falta de límites, su acomodación permanente al deseo del otro, su posición de sometimiento y de incondicionalidad, su desvalorización y su inseguridad son algunos de los ejes con los que tendrá que trabajar. Porque lo importante es que pueda reconocer sus propios comportamientos destructivos que lo llevan a quedarse en situaciones indignas.
-¿Qué consejos le darías a alguien que está en esa situación?
-Que pida ayuda, que arme redes de grupos, de amigos, de compañeros de trabajo. Que comience un trabajo de aceptación y deje de esforzarse por ser la persona que supone que los demás quieren. Que sea auténtico, que aprenda lentamente a aceptar que en la realidad muchas veces debemos frustrarnos a pesar de hacer las cosas bien y, finalmente, que el amor no sucede porque uno solo lo desee y haga todo lo posible, sino que el otro debe ir en la misma dirección. Caso contrario, el esfuerzo es agotador y sólo habrá logrado “comprar” o “seducir” al otro por un tiempo, pero sentirá el terror de ser descubierto en su vulnerabilidad y vivirá una permanente amenaza de abandono.
-¿De qué forma una persona puede distinguir que está una relación tóxica y no en una etapa “negativa” de la pareja, que no necesariamente debería llevar a la ruptura, sino a un mayor diálogo?
-Las relaciones tóxicas no necesariamente terminan con una ruptura. Se trata de correrse de un lugar de indignidad y de obsesión, porque de lo contrario en la próxima relación va a pasar lo mismo. Las señales de que se está en una relación patológica son bastante claras: llevan a la enfermedad, a la depresión y a la sensación de indignidad. No tienen que ver con algo que pasa en la pareja, sino con algo que la pareja no es. Se tiene la ilusión de que se está en pareja, la ilusión de que el otro te ama, pero eso no es así. O se tiene la ilusión de que el otro dejará de ser una persona egoísta o narcisista y cambiará por amor, y eso hace que se desperdicien años de vida tras un objetivo tan irreal como imposible. En el buen amor, en cambio, hay discusiones, crisis, peleas, vaivenes del deseo, pero siempre existe la sensación de que el otro te importa y de que le importas al otro. Aún en momentos de tensión, existe el cuidado y nunca se pasan ciertos límites que puedan herir intencionalmente al otro para manipularlo u obtener algo de él. Por eso siempre, decimos que el buen amor enriquece y cura, mientras que las relaciones patológicas empobrecen, quitan lo mejor de uno, enferman y matan.