Los sábados ya no son los mismos. Ya no son días para descansar o planificar una salida familiar. Eso es historia. Ahora ese, y cualquier día libre, es sinónimo de lucha contra la escasez. Largas horas de cola por productos por los que antes se podía elegir entre variedad de marcas y características. Se trata de una crisis que no distingue entre establecimientos públicos y privados, ni en tendencias políticas o posición económica. Supermercados estatales, de origen asiático y pertenecientes a las grandes cadenas nacionales lucieron repletos el sábado de personas de diferentes zonas de Carabobo, quienes cuestionaron esta crisis, que para la mayoría es inédita, reseña El Carabobeño.
Ana Colmenares tiene 63 años y no recuerda haber pasado por una situación similar. Desde las 3 a.m. se le vio parada a las afueras del Abasto Bicentenario de El Trigal Sur. Su número de cédula termina en 2, así que le correspondía hacer su compra. Era la tercera vez que acudía a ese lugar, pero la primera vez que seguía ahí pasado el mediodía sin haber adquirido nada. A esa hora ni siquiera había podido entrar al establecimiento.
Tenía en el antebrazo marcado el número 256, pero funcionarios de la Guardia del Pueblo le entregaron un cartón rojo con el 322. Mientras esperaba comentó con sus compañeras de cola que siempre votó por el presidente fallecido Hugo Chávez e hizo lo mismo con Nicolás Maduro. “Pero estoy arrepentida. No es justo que tenga que pasar por esto para poder comprar comida que es una necesidad básica”, su comentario fue interrumpido por la potente voz de un uniformado castrense que les indicó que la venta se haría hasta las 4 p.m. y que ya se había terminado la carne. Así que sus posibilidades de compra se redujeron aún más.
En el Bicentenario de la avenida Bolívar Norte, muchos clientes se sorprendieron al ver que no había cola como usualmente se forma en las puertas del centro comercial. Pero la estrategia del día fue darle acceso a todos los consumidores ansiosos que desde las 7 p.m. estaban en el sitio. El lugar colapsó. En ambos negocios vendían por persona tres kilos de pasta; dos de arroz, harina de maíz precocida y azúcar; tres paquetes de dos kilos cada uno de carne; dos litros de aceite, un kilo de margarita y uno de leche. La mayoría de los anaqueles estaban vacíos. La Guardia del Pueblo custodia estos locales.