En la Edad Media era muy común que los animales también fueran culpados y llevados a juicio igual que los humanos. ¿Cómo se defendía el acusado? Esa es una buena pregunta que no podremos responder, pero si podemos explicarte cómo eran esos extraños juicios a animales.
La culpa de los cerdos
¿Sabes cuales eran los animales que más a menudo terminaban en una corte? Adivinaste, los pobres cerdos. Uno de los casos es el de un grupo de cerdos que enloqueció en un monasterio francés, en 1379, y mató a un hombre. Los cerdos fueron llevados a juicio y encontrados culpables, y por supuesto condenados a muerte.
Los animales ofensores eran comúnmente colgados o quemados vivos, salvo los insectos, los cuales eran obligados a dejar la ciudad en un día y hora concretos. Claro que esto respondía a una irracionalidad de la época, dado que era imposible obligarlos a irse. Esta práctica duró desde el siglo IX hasta el siglo XVII, y no solo la muerte era igual que para los humanos, sino que muchos animales terminaban en una cárcel junto con personas.
No es extraño que fueran los cerdos los animales más llevados a la corte, porque eran también los que existían en mayor cantidad. Caminaban libremente por las calles, y cuando se ponían violentos atacaban a los niños y mordían personas.
Los castigos más curiosos
En un libro de E. P. Evans de 1906, se nombran por lo menos 200 juicios de los cuales existía registro, aunque hubo por supuesto cientos más. A los ratones, por ejemplo, se les enviaba una carta de advertencia para que dejaran la casa. No todo era violento como las ejecuciones, y es un ejemplo el juicio a un burro, el cual fue encontrado inocente y reconocido por sus virtudes.
Todas estas discusiones e idas a la corte solamente dejan en evidencia una discusión de orden religioso. Según los miembros de la Iglesia de aquel entonces los animales fueron creados por Dios, pero para servir al hombre, por ende deben responder a las reglas humanas. Sin embargo, eso rompe con el hecho de que los animales están cumpliendo un destino designado por Dios. ¿Debían entonces los humanos intentar que siguieran las reglas humanas?
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