La jornada de trabajo de Emily Murrillo empieza todos los días a la 1:30 de la madrugada. Sí, a esa hora llega al Abasto Bicentenario de la avenida Bolívar con dos carritos de supermercado cargados de 190 banquitos plásticos.
Ysamar S. Galíndez C./Notitarde
Esta joven, quien camina -de lunes a lunes- desde el barrio Mañonguito hasta el antiguo Éxito, encontró una fuente de ingreso económico desde que comenzaron las colas para comprar alimentos en los supermercados de la ciudad, actividad que le permite llevar a casa el pan de cada día.
Antes de las 5:30 de la mañana ya alquiló todos los asientos. Por cada banco cobra 15 bolívares hasta que el cliente logra entrar al establecimiento. La gente chilla por el precio, pero no ven el esfuerzo que uno hace. A veces son las 5:00 de la tarde y todavía estoy aquí .
A Emily le consta que las personas empiezan a llegar al supermercado desde el día anterior, a eso de las 10: 00 de la noche, para poder obtener los primeros números de la fila. Ya nada me impresiona. He visto a madres amamantando a sus hijos de dos meses en plena madrugada .
Mientras decenas de personas se cubren del inclemente sol con un pedazo de cartón a las afueras del Makro de San Diego, el señor Omar López ofrece -una y otra vez- en voz alta, Nestea frío, llamadas telefónicas y cigarrillo .
Con esa frase, y una jarra helada de té entre sus brazos, camina de punta a punta la cola. A las 4:00 a.m., cuando llega al establecimiento, ofrece café a quienes madrugaron para abastecerse de alimentos.
Pero cuando hay clientes en Imgeve, esperando para comprar electrodomésticos a precio regulado, pasa primero por allá para vender el guayoyito .
A las 3:00 de la tarde me voy a mi casa. Lo que gano aquí es mejor que tener un sueldo mínimo , comentó López.
Otros valencianos se rebuscan vendiendo bolsas plásticas en la salida de Makro, el famoso cepilla o y cualquier otra bebida refrescante que ayude a soportar el calor mientras avanza la fila.
Siguen las colas para comprar alimentos a precio regulado
Ayer les tocaba comprar productos regulados, en el Bicentenario de la avenida Bolívar, solo a las personas cuya cédula de identidad terminara en 1 y 0.
La espera para ingresar al supermercado era de dos horas en promedio. Según algunos clientes, que salían con bolsas en mano, había de todo . Vendieron pollo, carne, leche, mantequilla, harina de maíz, aceite, arroz y pasta.
Funcionarios de la Guardia del Pueblo y la Policía Nacional custodiaron el lugar y permitían el ingreso de grupos de 50 personas cada 20 minutos.
Urania Andrade se trasladó desde Tocuyito hasta el automercado porque por allá no se consigue nada . Aunque llegó a las 8:00 a.m., a las 11:30 a.m. todavía no había logrado entrar a comprar.
En Makro de San Diego, despacharon cuatro litros de aceite por persona, cuatro paquetes de papel higiénico y una bolsa de 2,7 kilogramos de detergente en polvo.
Mientras tanto, al norte de la ciudad, en el Central Madeirense de la urbanización El Bosque, una trabajadora preparaba una bolsa con cuatro desodorantes de dama que entregaba de manera organizada a quienes aguardaban dentro del establecimiento comercial.