Unas propagandas poco sutiles, entre cómicas y folklóricas, nos dejan ver el interés gubernamental por equilibrar sus desmesurados gastos con el aumento de la gasolina. Un hecho que debe ocurrir tarde o temprano. O, más bien, tarde, según puede apreciarse.
La gasolina es incendiaria no solo en sí, sino en las repercusiones sociales y políticas que se derivan del incremento, justo por demás, de su precio. Por algo: la inflación, el miedo a las reacciones populares, ni Chávez se atrevió a dar el toque final de elevar su valor.
Ahora toca. No hay salida. Y se busca conmover las fibras populares en procura de concientizar que no vale este líquido ni siquiera lo que cuesta producirlo. O sea, el gobierno arguye un precio insostenible. Lo mismo que argumenta Lorenzo Mendoza sobre el precio de la harina o los productores de café o queso o leche o pan o carne o casi cualquier otro producto. Eso del precio justo es una falacia si no se gana con él. Y todo escasea. La gasolina no, porque el subsidio sale de las, hasta ahora interminables, arcas del estado y no de la empresa privada.
¿Qué estima hacer el gobierno con esos reales “sobrantes” del referido aumento? ¿Financiar tal vez la campaña política de su derrota electoral en las parlamentarias? ¿Conseguir a como dé lugar votos en los barrios, en los cerros, entre el campesinado, regalando electrodomésticos o cemento o cabilla o semillas o comida?
¿Invertirá el gobierno esas “sobras” del dinerillo gasolinero en las misiones compra voto? ¿En viviendas interminadas? ¿Las terminará?
O, ¿será que ese dinero servirá para ajustar los sueldos de todos los venezolanos para asimilarlos al de las Fuerzas Armadas? ¿Será para comprar armas y justificar así las regalías a los negociadores? ¿Financiará algún otro partido de otro país para que se ajuste a los mandatos del fracasado Socialismo Bolivariano del siglo XXI? ¿Servirá tal vez para comprarle un nuevo avión al Maduro para que siga en busca de financiamiento para que haya algo en los anaqueles? ¿O pensarán comprar diversos contenedores de alimentos, medicinas, enseres que nos salven de este deslave agroalimentario, medicinal y de artefactos en que nos tienen sumidos las fuerzas del mal político que nos agobia?
En realidad, si reflexiono con sesudez, no sé para que va a ser el dinero que entrará como recurso económico fresco a las cajas del gobierno venezolano. Lo que sí sé es que no me provoca para nada que le demos dinero a estos sátrapas para que continúen su interminable despilfarro de nuestros recursos. Así: si hay que aumentar la gasolina que sea durante el gobierno de la reconstrucción. Pero, por lo pronto, con este gobiernucho interminable y doloroso por las maldades y tormentos que produce, con este gobierno de agobio, por mí, que la regalen.
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