La semana pasada, cuando agentes de inteligencia de Venezuela arrestaron al alcalde de Caracas Antonio Ledezma, dispararon al aire para aterrorizar a la multitud. Eso no es algo inusual para el Estado policial venezolano, que ha aprendido de la dictadura cubana. Pero el hecho subrayó la magnitud de la crisis económica y política que envuelve a un país con una de las mayores reservas de petróleo del mundo.
Ledezma está acusado de planear el derrocamiento del presidente Nicolás Maduro con ayuda de Estados Unidos. El gobierno no ha presentado evidencia alguna. La verdadera ofensa del alcalde fue firmar una carta este mes en la que califica al gobierno de Maduro como “terminal” y en la que propone una transición de regreso a la democracia.
Los líderes opositores Leopoldo López, encarcelado hace un año, y María Corina Machado, quienes enfrentan cargos de planear un atentado contra Maduro, también firmaron la carta. El martes, la Asamblea Nacional, controlada por el presidente, le quitó su curul y su fuero al congresista de la oposición Julio Borges. Él también está acusado de ser parte de la conspiración anti-Maduro.
El arresto de Ledezma se produjo una semana después de que Venezuela permitiera que el valor de su divisa cayera de 50 bolívares por dólar a 170 bolívares por dólar. El banco central dice que aún proveerá de dólares a algunos importadores a tasas preferenciales, incluyendo 6,3 bolívares para alimentos y medicinas y 12 para otros. Pero la devaluación de 70% es un reconocimiento de que la única forma de lidiar con la amplia escasez de productos es dejar que los precios se ajusten, incluso al costo de una elevada inflación.
Un gobierno al que se le acaba el dinero encontrará que contener el descontento popular es más difícil de lo que era. Ledezma ha apelado a los venezolanos desde la cárcel para que “continúen la lucha en las calles” y la creciente desesperación económica eleva las probabilidades de una confrontación sangrienta. Se está haciendo tarde para que EE.UU. y sus aliados comiencen a llamar a la tiranía por su nombre en Venezuela.
Original en WSJ