He sido víctima de estas prácticas criminales en varias oportunidades, logrando salir airoso, por lo menos con vida. Una vez, viajando con mi familia, desde Barcelona a Caracas, aproximadamente a las 9 de la noche, en la zona del Guapo, caí en una tronera donde se me explotaron dos cauchos. En el mismo sitio y por la misma causa, pude contar hasta 17 carros accidentados. Me causó indignación, que ante cada carro que caía en los huecos, los espectadores celebraban con gritos y risas.
Encontré respuesta a esta conducta cuando comprobé el entramado delincuencial que se mueve alrededor de estos hechos. Apenas ocurre el accidente de inmediato te abordan personas para ofrecer sus servicios: desde reparación del carro, comida, transporte, hasta estacionamiento para pernoctar con tu vehículo. Como la cobertura de mi celular en ese momento era inexistente, el guardia nacional que me “auxilió” me preguntó si tenía dinero para comprar los cauchos. Al recibir respuesta afirmativa se comunicó con el dueño de una cauchera, quien dijo tener los cauchos pero solo recibía efectivo.
Le pregunté al funcionario por qué no reparaban los huecos o colocaban señales de peligro. Me respondió que los huecos los tapaban, pero inexplicablemente, a los pocos días volvían a aparecer y que la señalización de peligro las sustraían sin que se supiera quien. Nunca olvidaré su cara de desagrado, cuando sugerí la posibilidad de hablar con las autoridades encargadas de esa vía, para denunciar lo que estaba ocurriendo.
Las autoridades nacionales y regionales conocen perfectamente el problema, lo inexplicable es que no se tomen medidas, que el hampa, con la complicidad de algunos funcionarios, que seguramente reciben algún tipo de beneficio, siga actuando con la más absoluta impunidad. Las carreteras están desguarnecidas, que transitarlas de día y más aún de noche es temerario. Una muestra más de que el hampa, el hampa sí, sigue ganando “la guerra”.
*Coordinador Nacional de “Gente” Generación Independiente
@alvareznv