“Amaos los unos a los otros”
Jesucristo
Los venezolanos vivimos a empujones políticos, sociales y económicos. La lepra chavista inoculó en nuestra cultura el diálogo vociferante y cínico: somos puñales verbales. Todos los somos, yo también…, hay que sobrevivir.
Atragantada por la ira y arqueada por el desprecio mutuo, Venezuela es una nación de dimes y diretes afilados y lacerantes. El madurismo -pústula última, abultada e infecciosa del chavismo- es la prueba de que somos una sociedad convaleciente y malherida.
Cada venezolano lleva en la punta de la lengua un puñal que entre mentadas de madres y arrebatos va causando llagas.
Son las secuelas visibles de la peste histórica causada por la bacteria Hugo Chávez. Muchas naciones se infectaron de su corrupta perversidad y sólo pocas encontraron a tiempo los anticuerpos urgidos para combatirla.
El mejor anticuerpo ha sido a todas luces la fraternidad y el amor, que en Venezuela están despedazados. Por eso en nuestro país el erotismo está maltrecho y la pornografía prevalece.
La pornografía es la versión chavista del amor.
Piel Negada
Hace unos años escribí un poemario erótico “Piel Negada” que invitaba a los venezolanos a lidiar pero en otro tipo de cuadrilátero: la cama. Es decir, tejiéndose -sin violencia ni desprecio- en la colisión blanda de los cuerpos, desnudándose de supersticiones políticas y rencores, infringiéndose -a dentelladas breves y besos- goce mutuo.
Para mí el chavismo -que lo pervirtió todo en Venezuela- pervirtió especialmente la palabra “amor” como experiencia placentera, la convirtió en una práctica esclava y sadomasoquista.
En “Piel Negada”, intenté reivindicar el erotismo y la sensualidad como antídoto: el sexo progenitor, que no conoce vencedores ni vencidos, sino futuro hecho embriaguez sensual, hecho hijo, hecho Venezuela.
Si lo único que nos acerca y reconcilia es el erotismo hay que vaciarse en él para atar el desencuentro de pieles de la nación en el regodeo sublime y exquisito de la sexualidad.
“Piel Negada” fue un poemario libertino y sensual, sin misericordia ni economía verbal, un escándalo político para compensar el hambre y la orfandad epidérmica que el chavismo impuso en Venezuela.
Sólo la piel nos reconciliará en el goce civilizador, y la poesía, con su palabra fundadora, con su verbo redentor, ofrece el primer puente táctil: toquémonos.
La conspiración erótica
Si de alguna conspiración se me puede acusar en este berenjenal llamado Venezuela es de un tipo de conspiración premoderna, cortesana y provenzal: erótica.
He escrito a la reina, náufraga de sudor y sábanas, sedienta de tacto y goce, para sensibilizarla y humedecer la sequía de su piel abotonada con palabras que son labios, que son roces, que son manos que construyen las exquisitas terminaciones de la desnudez.
Esa es la insurrección de la cual soy el peor culpable: la erótica, no creo que ni la estrepitosa blancura de la Tumba me curé. Soy un irremediable del amor por Venezuela, y Venezuela es ella, una sublime mujer como manzana prohibida que deseo y muerdo.
Siempre hay un poema por escribir como motín, como fuente de desestabilización y rebeldía; siempre hay un poema que invita a desnudarse de prejuicios e ideologías, para sentir y amar, para amansar las furias desde la plenitud que ofrece una alcoba.
La poesía funda culturas, religiones, naciones y civilizaciones. La poesía refundará a Venezuela y la curará de la plaga -verbal- chavista en una alcoba. La poesía erótica es una invitación reencontrarnos en la piel. Si la política no nos acerca, que lo haga la levedad de una sábana, la fragilidad de una caricia, el estallido de plenitud de un orgasmo. Sólo el placer nos redimirá la irá y la culpa.
Encontrémonos en el sexo y que el camposanto sea húmedo en la sal y el roce, no en la sangre o el pavimento. El sexo recuerda a Dios y pretende, como él, crear un nuevo universo: un ser. En un país que se atraganta en rabias ideológicas, la piel nos reconcilia y perdura.
Desnudémonos, toquémonos, hagamos que la mudez de nuestros cuerpos hablen y sembremos futuro a la nación pero en una lidia hedonista. Prediquemos placer como semen para que el oficioso encuentro de las pieles riegue sudor progenitor en la vagina de la Tierra.
Sólo la palabra nos redime y el erotismo poético es su esperma lírico.
Mi fuego verbal e insurrecto
He decidido desafiar mis rabias políticas y mis ardores con una pausa poética.
En estos días he escuchado testimonios muy dolorosos sobre el maltrato que le están infringiendo a nuestros presos políticos: las torturas, el aniquilamiento moral, la miseria humana en todas sus formas.
Algún día se sabrá de qué hablo, no ahora. Lo único que puedo adelantar es que la perversidad carcelaria que ha impuesto el chavismo a la disidencia es aterradora, tristísima. ¿Cómo asesinó la bacteria Hugo Chávez la fraternidad venezolana?
Sí, ¿cómo?
En un esfuerzo superlativo contengo mi tristeza, mi vergüenza, mi cólera y respondo a la avasallante perversidad chavista con erotismo. No sé si logre evaporar las praderas de nieve que recubren su alma, pero igual disparo mi fuego verbal e insurrecto como poemas.
Que su helada piel negada se humedezca, que sea agua…
Construir con mis manos tu desnudez…
Construir con mis manos tu desnudez
izar tu piel
desgarrar mi pecho y
ofrecer a tu mirada mi corazón aún hirviente y palpitante
atender tu ansiedad
responder acertijos sobre tus senos respingados
lesionar su frigidez con mi boca que todo pide
petrificar el pezón entre soplos y dentelladas breves
calcinarlo con mi saliva incendiaria
almacenar mi garganta sobre tu abdomen distendido
mordisquear el pubis hasta estirarte el alma
besar su centro
levantar sobre el clítoris una tempestad
navegar tus ancas
deslizarme sobre la raya de tus nalgas frías
rasguñar el entrepiernas con la punta de mis labios
hacerte padecer mi lentitud calculada
dibujar jeroglíficos sobre tus poros
ofrendar en tu cenote mi lengua
ahogarme
asfixiar mi mirada en tu vagina hasta la ceguera
alumbrarme en su oscuridad
recorrer, encandilado, sus cumbres
volver, escalando, a tu garganta
saborear el cuello dilatado
rastrear su tensa entrega con dentelladas mansas
beber sus sales…, sí, beber sus sales
saborear, ebrio, tus fatigas
adivinar los licores del próximo engranaje
presagiarte
tantearte
acercarme con paciencia ascética
abarcarte con la nobleza del pianista
poseerte proclamando frases inmortales
ser como Dios: verbo que te encarna
amarte en quietud, sin bullicios, pronunciándome en tu mudez
atar nuestros vientres hasta que sean una prisión líquida
armarme en tu morfología
instaurarme en ella
habitar tu médula
ser uno sin memoria
ser sustancia compartida que se mece
Ser…
columpiarnos en un pacto lento
abarcarte quedamente
jadear contigo
violentar nuestros cuerpos como olas a sus malecones
respirar tu aliento tormentoso
embriagar de mí tus células
mostrarte la palabra “amor” en su fluidez
metamorfosearla en lava erótica
recibir tus uñas
ensordecerme con tus bregas
sentir como amarras los milenios entre tus piernas hasta que estallas
ver desfallecer tu cuerpo
contemplar como te desprendes, como te rindes a mi miembro
mirar con placer tu naufragio, lo hondo del abismo
advertir cómo permaneces colmada por cinco segundos inmortales
presenciar como te suspendes en la nada
asumir que acoges a mi ser como semejanza de Dios
que obra en tus entrañas el milagro de un hijo
y da vida
y crea…
amándote.
@tovarr