Lo que se está viviendo en los bares y clubes nocturnos de Cúcuta se veía venir desde hace rato, solo que nos cogió en el momento menos esperado: cuando la ciudad está sumida en la más dura crisis económica por culpa del desempleo y la informalidad, dice Luz Amparo Cediel, una despampanante rubia de 30 años, 1,75 metros de estatura, ojos claros y medidas de reina, que trabaja en un burdel del centro de Cúcuta, localizado a tres cuadras de la alcaldía, publica La Nación.
Ella es de Ocaña y lleva cinco años en el comercio sexual. Dice que hasta el año pasado le iba bien en el negocio. A todas, también, replica refiriéndose a sus compañeras de oficio, “solo que la cosa empezó a complicarse con la llegada de las venecas (venezolanas); ellas se están quedando con todo el negocio y los clientes”, admite en un trabajo periodístico para el diario La Opinión de Cúcuta.
Las autoridades no manejan una cifra real, pero calculan que del otro lado de la frontera han pasado hacia la capital nortesantandereana al menos unas 60 prostitutas a ejercer su oficio en bares y centros de lenocinio.
Proceden de San Cristóbal, Barquisimeto, Rubio, Valencia, Ureña, San Antonio, Mérida y hasta de Caracas, dice un investigador de la Policía del Grupo de Turismo.
Sin embargo, otro cálculo, mucho más amplio, es el que manejan los administradores de bares y centros nocturnos, quienes consideran que en sus negocios están trabajando unas 300 mujeres venezolanas, “sin contabilizar las que lo hacen en las casa de citas o en la modalidad de prepago, que se presume sea de unas 80 chicas”, dijo Carlos Castro, dueño de un prostíbulo localizado en el barrio Latino.
El problema grande que ya empezó a pasar factura a las prostitutas locales, unas 800 que ganan su sustento del comercio sexual en la frontera, es que no se está regresando con plata a la casa “y eso no solo desespera sino que te obliga a reaccionar con violencia, para defender nuestro territorio”, asegura Cediel.
La crisis que se ha desatado en el interior de los bares ya es de conocimiento de las autoridades y la misma ya ha sido tratada en varios consejos de seguridad.
“Tenemos conocimiento del enfrentamientos (en que están enfrascadas las prostitutas locales con su similares del vecino país), y todo porque las primeras argumentan que no están devengando sustento para llevar a sus casas porque las venezolanas se están apoderando de sus clientes al ofrecer servicios mucho más barato que las cucuteñas”, afirmó un investigador de la Policía.
Oscar Pinilla, presidente de Asobares y propietario de un club nocturno que funciona en la avenida séptima, en los alrededores de la Terminal de Transporte, considera que el problema se agudizó aún más tras conocerse el decreto que regula el horario y el funcionamiento para la venta y consumo de licor en los centros de lenocinio a los que acuden las 800 trabajadoras sexuales locales y, por supuesto, las extranjeras.
“Solo podemos funcionar de 9 de la mañana a 9 de la noche, y la cosa se va poniendo buena cuando ya toca cerrar”, dijo Pinilla.
Pero hay algo más en contra de las prostitutas locales: la tarifa.
“Esto era otra cosa con la que también esperábamos enfrentarnos algún día, ya que como todos conocen, la moneda venezolana está por el suelo frente a la nuestra, lo que es aprovechado por las venecas a la hora de cobrar”, advierte Cediel.
Katty González, administradora de un club nocturno que funciona en el barrio La Merced, afirma que las venezolanas saben que aquí juegan con ventaja y por ello no se esfuerzan tanto, como si les toca a las chicas locales.
“Por la devaluación de la moneda venezolana, con dos o tres servicios que cumpla una veneca se está ganando en una noche 150 mil pesos, lo que allá en su país le representa el salario de todo un mes trabajando ocho horas diarias”, explica González.
Por eso, cada vez llegan más prostitutas venezolanas a territorio cucuteño. ¿Y nosotras qué? Se pregunta Cediel.
Lucero*, de 26 años, 1,70 metros de estatura, tez trigueña y oriunda de Valencia, afirma que muchas chicas igual que ella se vienen los fines de semana a Cúcuta porque les favorece el cambio de la moneda. “Yo, por ejemplo, me hago en tres días entre 66 y 70 mil bolívares fuertes, algo así como 700 mil pesos colombianos”.
La Secretaría de Gobierno y la Policía emprendieron en el presente mes una operación dirigida a verificar en qué condiciones se está dando el comercio sexual en los bares y prostíbulos locales, “con el fin de garantizar el derecho al trabajo y el sustento de las trabajadoras locales”, dijo el alcalde Donamaris Ramírez Lobo.