ABC de España recorre los comercios de la capital venezolana para comprobar los efectos del estreno de la medida decretada por el Gobierno de Maduro para combatir el desabastecimiento
Ludmila Vinogradoff / Corresponsal en Caracas
La mañana amaneció más tibia de lo habitual, 20 grados, en Caracas. Gilda Perales salía muy contenta con sus dos bolsas del supermercado Excelsior Gamma de Los Palos Grandes. «Hoy no he hecho cola», comenta a ABC con una sonrisa que le llenaba de satisfacción su joven rostro, pero al minuto se entristece porque sólo consiguió 3 frascos de desinfectante para fregar suelos en los estantes del establecimiento.
Al pagar en la caja, a Gilda no le importó poner su dedo pulgar derecho en el lector de la maquinita de escanear, también llamada «captahuella», similar a la que se usa en los bancos o en los colegios electorales. «Supongo que son para evitar que la misma persona compre dos y tres veces al día», dijo refiriéndose a los «bachaqueros» (revendedores), pero «no creo que acaben con las colas».
Un día sin colas es una bendición para los venezolanos, que llevan casi tres años perdiendo dos y tres horas diarias en filas kilométricas. La felicidad es efímera y les dura muy poco al ver que no hay cola porque las estanterías están vacías. Lo malo es que mañana volverán a hacer colas en los establecimientos sin saber lo que van a comprar.
Se ha creado todo un ritual de las colas. La gente se pega al último de la fila y pregunta al siguiente por lo que van a vender en el establecimiento. «Estoy aquí esperando por lo que sea», responden al indicar que van a sacar queso amarillo. Lo mismo sucede con el pollo, la carne, el harina de maíz, el azúcar. Por no hablar de la leche, que se agota en media hora, o del papel higiénico, pañales o afeitadoras o crema de afeitar, que no alcanza para las 1.000 personas que esperan pacientemente en cada comercio.
El presidente Nicolás Maduro anunció que este lunes se iniciaría la instalación de 20.000 escáneres en las siete grandes cadenas privadas de supermercados. ABC recorrió ayer varios establecimientos y constató que el proceso de instalación es muy lento. Por ejemplo, en el Plaza no había movimiento de las captahuellas aunque los empleados ya habían sido informados de su próxima instalación.
Escepticismo de los comerciantes
Los comerciantes tampoco creen que los escáneres vayan a resolver la escasez y las colas. «Los comerciantes venezolanos en su inmensa mayoría rechazan la implementación de las captahuellas porque representan un control más. Es una nueva limitación para el venezolano adquirir productos. A los comerciantes y consumidores lo que nos interesa es tener cada vez más rubros de mejor calidad, producidos en Venezuela y no más controles que van a dificultar aún más las consecuciones de los bienes que tanta falta nos hacen», dijo Mauricio Tancredi, presidente del gremio Consecomercio.
El rechazo empresarial se debe principalmente al coste de las máquinas lectoras de huellas. Cada unidad cuesta 15.000 bolívares. Si cada establecimiento tuviera un promedio de tres máquinas, el coste no podrá ser trasladado al precio final de los productos no regulados, señala Tancredi al recordar que la Ley Orgánica de Precios Justos limita las ganancias de bienes y servicios a 30%. «La captahuella no servirá para atacar el problema del contrabando», dijo el empresario al referirse a la última promesa de Maduro.