Canadá es el país de América en el que más rápido responde la policía ante las llamadas de emergencia que realizan los ciudadanos. Según la percepción de la media de los canadienses consultados por el Barómetro de las Américas 2014 de LAPOP -que realizó encuestas en 25 países del continente-, el tiempo de respuesta es de 1,8 en una escala que va de 1 a 5.
Eso significa que la mayoría de los encuestados se inclina por las opciones 1 y 2, que, traducidas en unidades de tiempo, son “menos de 10 minutos” y “entre 20 y 30 minutos”, respectivamente.
Muchos países de América tienen sistemas de seguridad federales, con distintas fuerzas policiales según el distrito. El estudio no distingue entre ellas, sino que hace un promedio de la experiencia vivida por los ciudadanos de todo el país, lo que permite obtener un balance global de la eficacia de las policías.
Muy cerca de Canadá queda Estados Unidos, con una media de 1,9. Después, aparecen Uruguay (2,3), Argentina (2,4), Ecuador (2,5), Panamá (2,7), Costa Rica (2,7), Chile (2,8), Trinidad y Tobago (2,9) y Paraguay (2,9). En todos estos casos, las respuestas oscilan entre las opciones 2 y 3 de la escala, es decir, “entre 20 y 30 minutos” y “entre 30 y 60”.
Las diferencias en el continente son dramáticas. Venezuela encabeza la lista de los países en donde más se demora la fuerza en acudir a una emergencia. En la República Bolivariana el promedio es 4,1. Esto que significa que la mayor parte de los encuestados se inclina por la opción 4, que es “entre una y tres horas”, y algunos incluso lo hacen por la 5, “más de tres horas”.
¿Un problema de confianza?
Otro dato interesante que aporta el Barómetro de las Américas es el nivel de confianza que tienen los ciudadanos en sus fuerzas de seguridad. Si bien no hay una correlación absoluta, hay bastante concordancia entre un dato y otro. Es lógico: para que haya confianza en una institución, ésta debe estar presente. Difícilmente alguien pueda confiar en una fuerza de seguridad que no aparece cuando más se la necesita.
Por eso no llama la atención que sean los habitantes de Canadá los que más confían en su policía. Le conceden un puntaje de 67,2 en una escala de 0 (mínima confianza) a 100 (máxima confianza).
En segundo lugar está Chile, con 63,7; y tercero Ecuador, con 59. Por el contrario, los países con mayor desconfianza son Guyana (35,4), Venezuela (35,5) y República Dominicana (35,6), lo que también resulta lógico.
¿Cuánto de la confianza que la gente tiene en su policía se relaciona con su eficacia para combatir el delito? “Hay una estrecha relación, pero ambas variables están sujetas a las vivencias y el capital social construido. De ahí que la legitimidad social de la policía no debe confundirse con eficacia”, dice Tudela.
“La eficacia es entendida como la demostración de resultados -continúa. Por ejemplo, más detenidos, más incautación de droga, reducción de focos y bandas criminales. Pero las personas no viven a la espera de la comunicación de cifras de actividad policial positivas. Hacen una apuesta y se forman una opinión a partir de su cotidiano: creen que la policía está haciendo lo que corresponde, en proporción a la naturaleza y la envergadura de los problemas.
“Así, los riesgos de ser víctima y la satisfacción de las personas con la respuesta o el servicio policial –subjetivos o no- son más importantes (legitimidad social). El apego al estado de derecho (procedimientos policiales correctos) es también importante”, agrega.
La crisis de la seguridad en Venezuela
“El bajo grado de confianza del público es un punto muy antiguo. La policía venezolana tiene un pésimo registro, que incluso sobresale entre otras policías de la región en términos de abuso, violencia, corrupción y vínculos con el crimen organizado. El incremento de la exclusión en los años 90 estuvo acompañado de un aumento de la violencia policial y de los homicidios. La conflictividad política de los últimos años contribuyó a acentuar el deterioro”, dice Antillano.
“En los disturbios del año pasado, si era en un municipio opositor, la policía no intervenía, pero si estaba en manos del gobierno, lo hacía con absoluta arbitrariedad. Este conjunto de eventos ha hecho que la policía esté en el centro de huracán”, agrega.
Uno de los grandes problemas de la policía venezolana es su fuerte impronta militarista. Un problema también presente en otros países de la región, pero agravado con la radicalización del chavismo, que tiene muchos militares entre sus mandos, empezando por el fallecido Hugo Chávez.
“En los últimos años -dice Antillano- se han implementado políticas duras para enfrentamiento del delito, que terminaron incrementando la violencia policial y las oportunidades para la corrupción, y promoviendo la desmoralización de la fuerza, porque se vieron desplazadas por cuerpos militares. Hubo intentos de reforma, que se abrieron en 2006, pero políticas desacertadas que devolvieron a la policía a su viejo papel de guardia pretoriana y represora de los sectores populares”.
Teniendo en cuenta esta realidad, no debería llamar la atención que Venezuela sea uno de los países con mayor tasa de homicidios del mundo, una estadística que ya era muy elevada antes del chavismo, pero que durante su gestión creció exponencialmente.
El académico venezolano sostiene que no se puede culpar exclusivamente a las fuerzas de seguridad por esta realidad. Pero indudablemente tienen una enorme responsabilidad. “Muchas policías -cuenta- terminan teniendo una postura de gestión del delito, cobrando dinero a cambio de impunidad y de garantizar zonas despejadas para las actividades delictivas, y favoreciendo a ciertas bandas frente a sus adversarios. También tienen un papel en la provisión de armas y de municiones a grupos criminales. Eso tiene un efecto inmediato en el aumento de la violencia”.
“Tenemos una tasa de esclarecimiento del delito muy baja. Los métodos que utiliza son inútiles e ineficientes, centrados principalmente en lograr una afirmación simbólica de la fuerza, como concentrar muchos agentes en un mismo lugar y detener a todos los que pasan”, concluye.
La confianza de Chile en la policía
“Diversas encuestas realizadas por más de una década por organismos públicos y privados confirman que ambas policías chilenas (Carabineros y Policía de Investigaciones) gozan de un alto prestigio y confianza ciudadana. Esto fluctúa acorde a los niveles de inseguridad y apreciación que hacen las personas sobre los niveles de criminalidad y victimización”, dice Tudela.
“Comparativamente -continúa-, Chile tiene índices positivos en relación a otros países. En el imaginario social, la policía es un referente clave ante la criminalidad. Pero en los últimos años la inseguridad y la victimización han aumentado y, asimismo, la confianza y la percepción de desempeño han declinado”.
Más allá de los crecientes problemas de seguridad que afectan a Chile y a la región, los ciudadanos perciben que la policía está altamente institucionalizada y profesionalizada. Eso significa que opera en base a un criterio de calidad, no de partidismo político.
“En nuestro país, las personas estiman que la policía no es parte del problema, sino de la solución”, concluye Tudela.
Vía Infobae