La paráfrasis me ha permitido titular con el conocido epílogo del Manifiesto redactado por Marx y Engels del cual se cumplieron recientemente 167 años que se convirtió en una de las más famosas y divulgadas consignas a lo largo de ese tiempo. El pensador alemán influyó notablemente a los diversos movimientos revolucionarios que se desarrollaron en la segunda mitad del siglo XIX y buena parte del siglo XX. No podría jamás haber imaginado que, en su nombre, pretendidos discípulos transformaran su pensamiento en una repetición de dogmas inmutables, anquilosando en una suerte de catecismo para justificar así una especie de nueva religión. Mucho más grave aún, quienes apoyándose en la ilusión de millones de seres humanos que “no sólo quisieron interpretar el mundo sino transformarlo”, constituyeron regímenes dictatoriales y cometieron abominables crímenes en nombre de la revolución. La desaparición de los estados policiales de Europa del Este, con apenas una que otra escaramuza y todo el simbolismo emblemático de la caída del muro de Berlín, puso al descubierto la farsa de la propaganda comunista. Sobreviven dos gobiernos con esas semejanzas, uno en el Caribe y otro en Asia, en América Latina existen intentos contradictorios e imitaciones trasnochadas. Bueno, pero esa es otra historia.
Para seguir en la onda del Manifiesto, en este tiempo un “nuevo fantasma “recorre no solo a Europa sino el planeta. En verdad, más que un espectro es un monstruo gigantesco, se trata de la corrupción, del robo de los dineros del Estado, para enriquecer a funcionarios, a boliburgueses y bolichicos, del lavado de dinero y legitimación de capitales provenientes de diferentes delitos. Estos supuestos revolucionarios no se guían por la prédica del mencionado Manifiesto, pareciera retratados en un texto critico escrito por “el barbudo de Tréveris” cuatro años antes, en 1844, conocido como los Manuscritos, “si el dinero es el vínculo que me une a la vida, que me une a la sociedad, que me une a la naturaleza y al hombre, entonces, ¿no es el dinero el más grande de todos los vínculos?”, quienes llegaron al poder anunciando el fin de la corrupción, terminaron conformaron el gobierno más corrupto conocido, acumulando fabulosas fortunas, dando así origen a una nueva casta, estrechamente vinculada a la nomenclatura.
Con el estallido del reciente escándalo de la Banca Privada de Andorra (BPA) han coincidido “en transacciones para el lavado de dinero la mafia rusa a través del capo Andrei Petrov”, la China encabezada por Gao Ping, los Pujol de Cataluña, el cartel de Sinaloa de México y relacionadas con el blanqueo de 4.200 millones de dólares de capital venezolano, entre ellos 2000 millones de dólares presuntamente desviados de PDVSA; para lo cual constituyeron diversas empresas fantasmas.
Con la intervención del Banco de Madrid (filial del BPA en España) están siendo investigados por la misma causa: el ex Viceministro de Energía Nervis Villalobos; el ex Viceministro de Seguridad Ciudadana Alcides Rondón, el Viceministro de Desarrollo Eléctrico Javier Alvarado, el exdirector de la DISIP Carlos Aguilera; Francisco Jiménez ex directivo de PDVSA y el empresario de seguros Omar Farías. Todos clientes privilegiados de ese banco.
En el caso de Carlos Aguilera señalan que a un consorcio de compañías por contratos con el Metro por 1.850 millones de dólares cobro el 4,89% por concepto de comisiones. Antes de dirigir la DISIP Aguilera había sido escolta del Presidente Chávez, al igual que Alejandro Andrade cuyo nombre aparece en cuentas mil millonarias en el HSBC suizo. Aun no se han dado a conocer a nombre de quien están en las empresas fantasmas que recibían las transferencias de PDVSA. Apenas han aparecido algunas muestras del monumental fraude. Se comenta en los medios financieros que allí figuran funcionarios que han concentrado muchísimo poder político y económico.
Lo más llamativo de estos escándalos es que se han dado a conocer por investigaciones efectuadas por el Departamento del Tesoro estadounidense, el Banco de España y publicados por la prensa internacional, en los medios de comunicación venezolanos (salvo pocas y honrosas excepciones) no ha tenido la cobertura que un caso de tamañas proporciones amerita.
El gobierno, por su parte, se ha hecho el loco y ha ignorado completamente referirse a estos casos de corrupción que constituyen los más graves conocidos en nuestro país en toda su historia. El desfalco a la nación se calcula en el orden de varias decenas de millones de dólares. En las cadenas diarias ni la más mínima referencia, como si no tuviera nada que ver con ellos. La Fiscalía y la Contraloría acompañan el silencio gubernamental. De proponerse una investigación en la Asamblea Nacional seguramente correrá la misma suerte de todas las anteriormente solicitadas: será negada. Siempre es oportuno recordar que estos delitos, al igual que los de violación a los derechos humanos, no prescriben.
La confluencia, en un mismo banco, de capitales mafiosos provenientes de distintos países, con un pasado marcado por luchas por el cambio social, contra la injusticia y por la libertad, olvidaron la añeja frase final del Manifiesto, algunos proclaman la existencia de un “hombre nuevo” y han degenerado con las prácticas y las mañas más antiguas de corrupción conocidas. El discurso cada vez se distancia más de su práctica mostrando sus dobleces. La esperanza y los sueños, si alguna vez de verdad los acompañaron, son consideradas irrealizables. La probidad ya no se considera una virtud. Ahora lo importante es aferrarse al poder aunque para ello haya que propiciar o permitir cualquier tipo de trapacería. La descomposición internacional confluye en algunos bancos donde legitiman capitales sin gritar consignas, apenas podrán susurrar: ¡Corruptos del mundo Uníos!