El Cardenalito del Este representa la puerta abierta a Barquisimeto desde el centro, y hasta hace algunos años llamaba la atención a visitantes por el verdor de su vegetación, la grama que cubría las pendientes hacia la autopista, la iluminación artificial durante las noches y ese gigantesco cuatro, instrumento típico venezolano, que obligaba a muchos a detenerse para mirarlo de cerca.
Hubo una época en que ese espacio verde se convirtió en sitio obligado por habitantes de la ciudad, no sólo vecinos, sino de diferentes sectores, para caminar, aprovechando la frescura de la tarde o la noche.
Era tanta la afluencia de parroquianos que se instaló un puesto policial, así como un vagón del viejo ferrocarril convertido en expendio de refrescos, helados y comida rápida.
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