Julio Delgado pasa los días en la camioneta blindada y en la mansión fuertemente resguardada de su jefe. El Tiempo
Cada noche, regresa a su casa de concreto a las afueras de la capital, donde vive expuesto a la ola de violencia que azota a Venezuela.
Delgado, quien dirige la seguridad de la familia de un importador de autos, es un guardaespaldas privado, un oficio que es cada vez más comunes en Venezuela, donde con mayor frecuencia se vuelven blancos de una epidemia criminal.
Con el derrumbe de la economía petrolera del país, la pobreza ha aumentado, así como la brecha entre aquellos que batallan para subsistir y los ricos que contratan guardias para protegerse de ladrones y secuestradores.
Escoltas como Delgado viven de manera precaria. Tanto dentro como fuera del trabajo, ahora,a pesar de que se ven obligados a asumir mayores riesgos para proteger a sus patrones y también a sí mismos de los bandidos que buscan sus armas y vehículos.
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