Sierra Leona puso fin ayer al toque de queda de tres días que el Gobierno impuso el pasado viernes para prevenir la propagación del virus del Ébola en el país, que a pesar de haber ralentizado su avance todavía es una amenaza.
El presidente de Sierra Leona, Ernest Bai Koroma, ordenó a los seis millones de habitantes del país que permanecieran en sus casas prácticamente sin previo aviso, lo que ha generado numerosas protestas entre la población.
A lo largo del fin de semana, el personal sanitario ha visitado casa por casa en busca de pacientes ocultos y cualquier persona vista en las calles sin autorización podía ser arrestada.
En una entrevista telefónica con Efe, John Kweshi, un pescador de 55 años que vive en los suburbios de Freetown, criticó al Gobierno por poner en marcha la medida sin dar tiempo a la población para aprovisionarse y poder pasar los tres días encerrados con suficiente comida y agua para todo el fin de semana.
En zonas del centro y el este de la capital, numerosos ciudadanos decidieron ignorar el toque de queda y salieron a la calle para comprar algunos productos.
“Todos los hogares agotaron su despensa a mitad del segundo día (de encierro) y desde ese momento tuvieron que sobrevivir como pudieron”, declaró a Efe Annie Conteh, comerciante y madre de siete hijos. “No es fácil estar encerrado durante días”.
El fin del toque de queda propició numerosas celebraciones y explosiones de júbilo entre la población, cuyas protestas evitaron que el Gobierno extendiera la cuarentena, tal y como pedían varios ministros.
Según el último informe publicado ayer por la Organización Mundial de la Salud (OMS), Sierra Leona ha registrado hasta el momento un total de 11.751 casos de ébola, lo que la convierte en el país con más contagios del virus. EFE