Casi treinta años después de que el salsero puertorriqueño Héctor Lavoe (1946-1993) se ganara el cariño de los peruanos con seis memorables conciertos, la simpatía por el “jibarito” se tornó en devoción en el Callao, la ciudad portuaria de Lima, en cuyas humildes calles se le venera como si fuera un santo. Fernando Gimeno/EFE
“El rostro de Lavoe es un símbolo de identidad para el Callao”, afirmó a Efe el escritor chalaco (oriundo del Callao) Mario Aragón, cuyo libro “Salsa y sabor en cada esquina. Mi visión de Héctor Lavoe en el Perú”, que presenta el 8 de abril en Lima, trata de explicar los orígenes del fanatismo de los peruanos por el puertorriqueño.
“No hay un cantante que haya llegado tanto al alma popular. Al menos en el Callao, Lavoe es un icono llevado casi a la santidad. Hace unos años, la gente se tatuaba a Sarita Colonia, una beata local, pero ahora lo hacen con Lavoe”, comentó Aragón, cuyo libro está editado por Selección Gallera y Ediciones Altazor.
Al moverse por el Callao y Lima es difícil escapar de la mirada de Lavoe, representado en numerosos murales desperdigados por todos los distritos, que lo recuerdan en su mayoría con sus gafas oscuras de aviador y su cabeza posada sobre su puño, tal y como aparece en la portada del disco “De ti depende” (1976).
También es común encontrarse al cantante de Ponce en los adhesivos que decoran los miles de coches y camionetas que saturan las avenidas de Lima, “cuyos conductores alzan el volumen de la radio cada vez que suena uno de sus temas”, apuntó Aragón.
Incluso los seguidores de Sport Boys, el club de fútbol más popular del Callao, adoptaron el rostro del conocido como “cantante de cantantes” entre sus símbolos para animar.
La devoción por Lavoe comenzó en 1986 con la visita del salsero a Lima para realizar seis actuaciones en la Feria del Hogar, donde “hubo un matrimonio con el pueblo chalaco”, según Aragón.
“(Lavoe) estaba tan feliz que se pasó todo el concierto bailando, algo que no era habitual. Esa actuación lo catapultó. En ese momento, la salsa estaba un poco de capa caída y, como dijo Lavoe más tarde en una entrevista, su paso por Perú lo resucitó”, recordó el escritor.
Desde su irrupción en Perú, “cada generación ha escuchado la música de Lavoe desde la barriga de su madre (…) y hay muchos jóvenes que también lo veneran. Si los chalacos tenemos que poner una banda sonora a nuestra vida, sería una canción de Lavoe con Willie Colon”, añadió.
Una de esas canciones sería ‘Calle luna, calle sol’, “un manual de cómo vivir en el Callao y otros sitios peligrosos. Explica qué hacer para sobrevivir en estos barrios, mientras que ‘Juanito Alimaña’ habla del ladrón de barrio al que no le importa que lo atrapen porque pronto volverá a estar en la calle”, continuó Aragón.
Una de las razones por las que la música de Lavoe caló tan fuerte en Perú es las letras de sus canciones ya que, según Aragón, “fueron hechas para que llegaran directamente al alma popular de los barrios”.
El escritor señaló que la gente identifica a Lavoe “como el amigo que pudo ser alguien importante, porque encaja con lo que los rockeros llaman cantante maldito, como Kurt Cobain en Nirvana. Aprecian lo destructivo que a veces tiene la genialidad”.
Aragón recordó que Lavoe fue el primer cantante al que le dedicaron un busto en el Callao, en 2004, incluso antes que en Ponce, “y fue el único que las autoridades repusieron, por voluntad popular, cuando en 2011 fueron robadas varias estatuas de la ciudad, entre ellas Simón Bolívar, que continúan sin ser reemplazadas”.
“Y hay amenazas en los barrios más bravos para encontrar a los ladrones”, agregó el escritor, para quien los éxitos de Héctor Lavoe siguen vivos porque, a pesar de que ya pasaron 22 años de la muerte del músico, el “jibarito” continúa haciendo honor al inicio de “La vida es bonita”: “Yo canto las canciones que los pueblos necesitan”.