La operación bélica para neutralizar el desarrollo atómico de Irán fue planeada años atrás. Los verdaderos conocedores de Política saben que el “caso iraní” no puede ser tomado a la ligera. Las diferencias étnicas, culturales, políticas y religiosas, posicionan constantemente la antigua Persia en una ruta de colisión con la mayoría de los países limítrofes.
El conflicto “fratricida” del Islám entre chiítas-sunníes por motivos religiosos coincide con una diferencia étnica entre los iraníes, de origen ario, y todos los demás países del Medioriente de origen semita. La influencia chiíta de Irán coge fuerza no solo en Irak, sino que se ha ido extendiendo incluso a Yemen, cuyos nexos con los rebeldes houthi ha provocado la reacción de Arabia Saudita que ha bombardeado reiteradamente zonas ocupadas por estos irregulares. Funcionarios saudíes han indicado que, de ser necesario, estaría todo preparado para una invasión de Yemen a fin de debilitar la resistencia de los rebeldes.
En otro contexto, tenemos que después de diez años de arduas negociaciones se ha llegado a un acuerdo para tratar de detener las pretensiones de Irán de poseer armas nucleares. Para el presidente de EEUU Obama, es un acuerdo histórico, que garantiza un mayor control sobre Teherán y un retraso de sus objetivos bélicos; para los israelíes y los saudíes, el único vencedor es Irán que logra el levantamiento de las sanciones en su contra. En los próximos meses tendremos un panorama más claro de las consecuencias del acuerdo alcanzado. Obama, por supuesto, se apresuró en dar la bienvenida al acuerdo como un gran éxito: un acercamiento con Irán y una solución pacífica a un problema tan urgente fueron desde el inicio de su gestión uno de sus principales objetivos.
A grandes rasgos en el documento se establece que no existan instalaciones de enriquecimiento de uranio aparte del de Natanz. La planta búnker-Fordow será convertida en un área para la investigación científica. El reactor de agua pesada en Arak se modificará y el plutonio producido allí será exportado. Irán no podrá enriquecer uranio con sus centrifugadoras modernas durante los próximos diez años. Teherán acordó no acumular el material necesario para la construcción de una bomba atómica y reducir en dos tercios el número de sus centrifugadoras. Además, Teherán autorizará las inspecciones bajo la vigilancia del OIEA en Natanz y Fordow, consintiendo el pleno acceso a la cadena de suministro de los programas nucleares, minas y depósitos. A cambio, las sanciones serán suspendidas (no eliminadas), a condición de que Irán cumpla con las disposiciones del acuerdo y se sujete a la verificación del OIEA.
Tan difícil acuerdo pasa por una voluntad irrestricta de los Estados Unidos en poner muy en claro el número de centrifugadoras que a Irán se le permitirá operar, la lista de los sitios nucleares que mantendrá, la cantidad de uranio enriquecido que enviará “en depósito” a Rusia y muchos otros detalles técnicos traducibles en números.
Por otra parte los representantes de Teherán estaban especialmente preocupados en mantener intacta la imagen de una soberana República Islámica, impermeable al chantaje extranjero. Por esta razón se habían mostrado reacios en firmar cualquier documento que pudiese limitar su libertad de acción.
Las negociaciones en Ginebra han producido efectos profundos en el equilibrio de Oriente Medio. No sólo, como se expuso más arriba, Arabia Saudí ha endurecido su rol en el área bombardeando aliados de Irán en Yemen, posicionándose como “líder sunni” frente al expansionismo chiíta, sino por las reacciones adversas de Jerusalén.
El Consejo de Defensa del Gobierno de Israel ha rechazado el acuerdo, expresando en un comunicado publicado por el primer ministro Binyamin Netanyahu que Israel consideraría un acuerdo final aquel donde Irán haga un reconocimiento claro e inequívoco del derecho de Israel a existir, dejando en claro que la supervivencia de Israel no es negociable. El comunicado además dice que Israel no aceptará un acuerdo con un país que quiere aniquilarlos.
Lo que los EEUU no esconden (cosa hecha probablemente adrede) es el desarrollo de una nueva versión de la Big Blue, la súper bomba capaz de destruir instalaciones subterráneas altamente protegidas o bases creadas en el interior de las montañas. Una bomba de 15 toneladas se desenganchó, a mediados de enero, en un polígono de la aviación. La noticia de la prueba apareció en el Wall Street el pasado 3 de abril muy en contemporánea con el revuelo causado por el acuerdo en muchos círculos políticos estadounidenses, en Israel y Arabia Saudí.
Probablemente haya sido una señal para todos no solo del hecho de que los acuerdos y la diplomacia son ridículos sin una posibilidad real de activar el poder de fuego, sino un modo para “tranquilizar” a los muchos enemigos de Irán en cuanto a que el mundo de la política no es hábitat propicio para los ingenuos y crédulos.