Estimado Señor Doble:
Me habría encantado llamarlo por su nombre de pila, pero desafortunadamente, me sucede igual que al resto de los casi 30 millones de personas que habitamos en Venezuela: no tengo ni la más mínima idea de cómo se llama usted.
Muchos venezolanos estuvimos pendientes de la Cumbre de las Américas celebrada en Panamá, entre otras cosas, porque queríamos ver si era verdad que Nicolás Maduro iba a llegar a esa nación con cien carretillas repletas de firmas y una carta que supuestamente le iba a entregar a Obama. Pero al final, como casi siempre ocurre, Maduro se volvió pura paja, y no solamente no entregó ni una sola firma, sino que además, lo único que logró fue conversar informalmente con Barack, probablemente cuando ambos salían del sanitario.
Señor Doble: esta carta tiene entre sus muchos propósitos, hacerle un reclamo a usted. Siempre creí que el verdadero objetivo de ser el “doble” de alguien, era evitar precisamente que la gente se enterara que el “doble” existe. Pero como siempre, con los socialistas revolucionarios las vainas terminan siendo todo lo contrario de lo que la lógica supone: usted es el único “doble” en todo el mundo, que pasa delante de las cámaras y de los periodistas, con la firme intención de que la gente sepa que hay un “doble”.
Si la lógica bolivariana se utilizara en Hollywood las productoras de cine ya habrían quebrado. Nadie en su sano juicio pondría frente a los periodistas, por ejemplo, al “doble” de Bruce Willis o de Silvester Stallone. Se supone que los “dobles” de esos actores se encargan de hacer las escenas más difíciles y riesgosas, como lanzarse de un carro en marcha, o del piso 25 de un edificio en llamas, o de un helicóptero a punto de caer a tierra. Todos los que vamos al cine sabemos que esas escenas las graban los “dobles”. Pero muy pocos han visto las caras de esos “dobles”. Esa es la gracia. Ese es el secreto. Ese es el truco: hacer creer que son las verdaderas estrellas las que hacen esas escenas.
Pero ocurre, Señor Doble, que en el Socialismo del Siglo XXI todo es al revés: aquí, el “doble” de Nicolás, que es usted, se pavonea frente a las cámaras y casi que le dice a los periodistas: “Hola, soy yo, el doble de Maduro”. Soy de quienes creen que la idea era precisamente esa: que todo el mundo se enterara que hay un “doble” de Maduro. La prensa, asombrada, informó que “uno de los secretos del dispositivo de seguridad que vela por el presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, ha sido desvelado en la última Cumbre de las Américas en Panamá. Algunos periodistas pudieron percatarse de que Maduro intentó distraer a la prensa usando un doble para él y para su esposa, Cilia Flores”.
El Diario La República de Perú escribió: “El jefe de Estado de Venezuela y su esposa habrían sido reemplazados por un hombre misterioso y una mujer (…) Los protagonistas parecen estar acostumbrados a esta representación, pues caminan muy convencidos. A varios metros parecen la pareja presidencial, pero cuando están más cerca la situación cambia”.
La historia demuestra que a los dictadores, les encanta usar un “doble”: el bailarín, malabarista y militar del Ejército Rojo, Félix Dadaev fue el doble de Joseph Stalin durante diez años. Cuando cumplió 88 años, decidió contarlo todo en su autobiografía. Narró cómo había sido reclutado por la policía secreta soviética tras resultar herido en la Segunda Guerra Mundial.
Dadaev contó al Daily Mail cómo aprendió a imitar los gestos, la forma de andar y el más mínimo detalle del dictador ruso. Resultó tan parecido que incluso los propios colaboradores de Stalin los confundían.
Sadam Husein llegó a tener hasta tres dobles. El médico forense alemán Dieter Buhmann cruzó cientos de fotografías de Hussein y llegó incluso a asegurar que los dobles habrían sido sometidos a operaciones de cirugía estética para modificar su aspecto y hacerlo lo más parecido posible al de Sadam.
Lo mismo pasó con Hitler. El periodista argentino Abel Basti, sostiene en su libro “El exilio de Hitler” que nunca se encontraron pruebas de la muerte real del dictador, ni tampoco existen pericias criminalísticas que demuestren el suicidio. Según Basti, en el búnker se representó una “gran farsa” protagonizada por el doble de Hitler.
En La Habana muchos aseguran que Fidel usó durante años a uno o más dobles. El dictador cubano usaba dos y tres carros para despistar a la gente. Y cuando se iba de gira, dos aviones de Cubana de aviación despegaban, uno después del otro, sin que se supiera en cuál de ellos viajaba el dictador cubano.
El 15 de abril, Maduro, se refirió a usted Señor Doble, a quien todo el mundo vio en la Cumbre de las Américas. Y creyendo que la gente es estúpida, dijo: “Por ahí surgió un doble, ¿lo vieron? Una gente que andaba caminando por la calle y se parecía a mí. Y dijeron que era mi doble. Y entonces se enloquecieron por Twitter esa gente”.
Señor Doble: permítame decirle que, en mi humilde opinión, usted hizo en Panamá un mejor papel que el verdadero Maduro. Usted sólo tenía que pasar frente a las cámaras para despistar a los periodistas y lo hizo muy bien. Pero su jefe no sólo no cumplió ni una sola de sus metas, sino que además hizo el ridículo a nivel mundial. La próxima vez, déjele a Nicolás el papel de el “doble” y asuma usted el papel principal. Quien quita y nos vaya mejor.