Una “bachaquera” narra lo que se esconde detrás de la reventa de productos

Una “bachaquera” narra lo que se esconde detrás de la reventa de productos

bachaquera

En Venezuela, revender productos escasos al triple o más de su precio regulado se ha vuelto un eslabón más de la cadena de comercialización. Panorama

Quienes lo hacen son llamados “bachaqueros”. Ellos prefieren no hablar del oficio para no poner al descubierto los entramados de su negocio ilícito, en el que participan desde algunos trabajadores de los establecimientos comerciales hasta autoridades.

Sonia Romero —nombre modificado a petición de la informante— es una paciente dializada que sobrevive cada semana esperando la donación de un riñón. Es madre de dos hijos, bachaquera desde el año pasado, y una de las tantas que compra con tres cédulas: la de ella, la de su papá muerto, y la de su mamá, con Alzheimer. “Por mi condición no conseguía trabajo. Tengo amigas bachaqueras y pensé: ‘¿Por qué no lo hago? Mi carnet de discapacitada me ayuda’. Probé con dos productos. Jabón en polvo y suavizante. Me daba pena antes. Ya no. Entendí que había comenzado una nueva manera de subsistir”.

¿Cómo compra Sonia —y el resto— con varias cédulas, burlando un sistema de captahuellas? “Primero que todo, hay que aclarar que no todos los establecimientos tienen ese sistema. Segundo, las captahuellas no funcionan igual en todos los negocios. Hay uno que es muy efectivo donde se lee en la pantalla ‘Gobernación del Zulia’. El negocio que lo tiene te bloquea por una semana la compra de regulados. Pero, hay otro sistema paralelo que se presta a corrupción.

En componenda con cajeros o supervisores de caja, introduces cualquier número de cédula que se te antoje. Y aparece el nombre de un beneficiario, y compras. En ese sistema metes todas las cédulas que inventes. Sacas toda la mercancía que quieras, sin necesidad de marcar las huellas correctas. De hecho, las tres cédulas que yo uso pasan sin problemas con mis dedos. El orden para comprar es así: Primero vas a los ‘locales vagabundos’, luego rematas en el negocio que tiene el captahuellas que sirve”.

Quizá, por esa razón, Margarita Bermúdez, quien se aguantó una cola desde las 3:00 de la mañana hasta las 12:00 del mediodía para comprar pañales y leche, quedó sorprendida cuando, al llegar a la caja, le dijeron: “Usted está bloqueada. Aquí aparece que ya compró”.

“Me molesté muchísimo. Yo no había comprado. Mi hija se quedó sin sus pañales y leche. No hay dónde reclamar”, denunció.

La respuesta a su bloqueo la ofrece Randy Guerrero, otro bachaquero: “Alguien compró con el número de cédula de esa señora. Yo lo he hecho con otros. Te duele usurpar a una persona que ha estado tiempo en cola, pero, piensas en frío y jodes a otros, porque, yo también estoy jodido, sin trabajo”.

En el país hay bachaqueros de dos tipos: de “bajo rango” y “peces gordos”. El común en los testimonios de los “rasos” es que se nutren de mensajes de texto enviados por quienes trabajan dentro de los establecimientos; sus conocidos. Pero, para rasguñar regulados tienen que aguantar colas de cinco o seis horas, sin ir al baño. Soportar groserías, empujones. El sacrificio les dará un “sueldo” entre Bs. 14 a 20 mil al mes. Pero quienes tendrán las mejores ganancias son los “peces gordos”.

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