El rechazo al gobierno es casi unánime dice Hinterlaces, la única encuestadora en la que el presidente cree. Por cierto, las malas lenguas comentan que Oscar Shemel cada vez que termina los sondeos de opinión se instala en Miraflores y explica cada ítem de su estudio. Esas reuniones las encabeza el propio jefe de Estado. De allí que Nicolás Maduro conozca bien lo que ocurre en Venezuela. Por ejemplo, él tiene información detallada sobre el malestar que en el pueblo producen la hiperinflación, la escasez, la venta regulada y el bachaqueo de los productos de primera necesidad. Está enterado de las angustias que generan la parálisis de la economía y la escalada del dólar paralelo. Por supuesto, está al tanto del estrés en el que vive la gente por la inseguridad.
Que el 83% de los ciudadanos consideran que con este gobierno los problemas empeorarán es otro dato que el presidente tiene en sus manos. También sabe que el grueso de los votantes está comprometido con las elecciones. Incluso, ha sido instruido de manera suficiente sobre la espectacular derrota que sus candidatos obtendrían en las parlamentarias; pues ha sido informado del apoyo que tiene la oposición y del descalabro del PSUV. El presidente asimiló que su salida del poder está escrita; comprendió que el fin de su gobierno es cuestión de meses.
Nicolás Maduro no desconoce el escenario en el que se mueve. Al contrario, su proceder es resultado de la información que maneja. Él entiende que su mejor arma es dejar que el agua corra y las tensiones se acumulen. Está decidiendo aun cuando aparenta que está inmovilizado y sordo. Ahora bien, que persiga fines privados no significa que esté de brazos cruzados. De hecho, trabaja para negociar su bienestar una vez que se despida de la presidencia y no en función de lo que el sentido común le exige a cualquier gobernante comprometido con su país.
El presidente requiere ganar tiempo y busca conseguirlo a través de decisiones tibias y atajos que abren la puerta a la anarquía. Su conducta es depreciable; sin embargo, es coherente con sus metas. Lo que no parece coherente es que la agenda de la oposición continúe girando alrededor de los presos políticos, cuando los objetivos de Venezuela son definir la fecha de las parlamentarias y recuperar la Asamblea mediante la mayoría absoluta. Por lo demás, garantizar un triunfo contundente en las elecciones es la única vía para conseguir un juicio justo y la libertad de los presos políticos.
La unidad electoral de los adversarios del gobierno no se logrará con agendas que dividieron a los ciudadanos. Sobre todo, no se conseguirá una avalancha de votos a favor de los candidatos de la MUD sin candidaturas que perfilen un entendimiento entre la militancia que proviene del polo patriótico y la opositora.
Tal vez, Leopoldo López y Daniel Cabellos deberían aprovechar la fuerza moral que han acumulado para presionar a la MUD. Quizá deberían exigirles a sus compañeros que algún porcentaje de las candidaturas se defina en diálogo con la más amplia red de instituciones y organizaciones comunales, educativas, sociales y laborales. El sacrificio que se les reconoce podría convertirse en la llave que se necesita para transformar en un acuerdo nacional una alianza que hasta ahora resulta limitada por su carácter exclusivamente partidista.
Hay que aprovechar el tiempo para ampliar la representación de la oposición, no para personalizar la lucha que la nación tiene contra el gobierno. La victoria de la oposición en las parlamentarias es un fin valioso en sí mismo. Por igual interesa a todos los adversarios de la cúpula oficialista con independencia de sus posiciones ideológicas y procedencia social. Lo relevante es que cada individuo que forma parte del 80% que repudia la actuación de Maduro y su club de cómplices tiene razones de mucho peso para querer derrotarlos. Por lo cual, ninguna persona, grupo o partido, debería pretender que sus motivos se prioricen por encima de las consideraciones del resto. De lo contrario, resultará difícil solicitar el apoyo y los votos de aquellos cuyas opiniones y motivaciones son relativizadas, despreciadas.
Alexis Alzuru
@aaalzuru