¿El ser humano siempre ha especulado sobre su futuro? Posiblemente sí. Posiblemente se trata de un comportamiento propio de nuestra naturaleza intentar adivinar qué nos deparan los días que aún no existen pero creemos que llegarán.
Sin embargo, también puede decirse que esto no se ha hecho siempre de la misma manera, que culturalmente ciertas circunstancias han provocado que dicho ejercicio tome formas distintas.
En este sentido, podríamos ubicar momentos en que la tecnología da un salto en su desarrollo y, de manera paralela, la imaginación colectiva comienza a generar escenarios en donde dicha intervención tecnológica sobre el presente se despliega exponencialmente.
A esa época pertenece, por ejemplo, la fascinación por los autómatas, esa especie de antecesor del robot en donde se condensó el sueño de fabricar seres inertes idénticos a los humanos para que ejecutaran tareas simples.
Además de la historia misma de los autómatas, sorprendente por sí misma, al respecto también pueden consultarse el ensayo de Edgar Allan Poe sobre el famoso Turco jugador de ajedrez o el cuento “El hombre de la arena” de E. T. A. Hoffman.
Otras expresiones igualmente fantásticas son las postales que ahora compartimos, obras de artistas franceses realizadas entre 1899 y 1910 para adornar cajas de cigarros y puros, en parte por causa de la Exposición Universal que tuvo lugar en París en 1900. El motivo fue el año 2000, que entonces estaba a un siglo de distancia.
¿Cómo sería el mundo entonces? Jean-Marc Côté y otros artistas respondieron a esa pregunta desde las condiciones de su propio presente.
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