Pero es que también el régimen se ha encargado de irnos domesticando, acostumbrándonos a convivir con la violencia en todas sus formas. El horror que una vez sentimos al ver a unos reclusos jugando futbol con las cabezas de sus enemigos, cedió por la costumbre y ya ni siquiera nos indignamos, como no lo hicimos, cuando asesinaron a Mónica Spear y a su esposo. Y surge una pregunta que a muchos nos tortura: ¿Qué tiene que suceder para que reaccionemos ante los horribles homicidios que ocurren a diario? ¿Es que acaso nos hemos acostumbrado a vivir en un país donde todos los años mueren asesinados alrededor de 24.000 compatriotas? Bebés, niños, niñas, jóvenes, hombres, mujeres, ancianos, minusválidos policías, militares. Ninguno está a salvo de morir a manos del hampa. Basta estar en el sitio equivocado en el momento equivocado.
Todo ello me lleva a otra pregunta: ¿Y qué podemos hacer para honrar la lección de civilismo que nos dejó Franklin Brito? quien fue el primero en Venezuela, hasta donde llega mi conocimiento, que escogió quitarse la vida por una causa superior ?Él se enfrentó a un régimen militarista, que gobierna mediante el abuso y la arbitrariedad, apoyado por una poderosísima maquinaria opresora que se atrinchera tras una justicia criminalizadora y una enorme estructura de feroces cuerpos armados que no están entrenados para defender al pueblo sino para reprimirlo, mientras sus jerarcas saquean las arcas de la patria con la actitud del pirata que le entra a saco a un botín? Y a todo ello él decidió enfrentársele, por sus derechos, por los de sus hijos, por los derechos de todos nosotros.
Y hoy se vuelve a repetir la historia, pero ya no es un solo hombre, ya son más de cincuenta, quienes han tenido la valentía de declararse en huelga de hambre para luchar por todo lo que nosotros queremos luchar pero para lo cual no hemos tenido el valor para hacerlo. Por ello es que todos debemos estar pensando en esos hombres que se han declarado en huelga de hambre. Ellos deben estar permanentemente en nuestros pensamientos, en nuestras conversaciones, hasta lograr que su lucha se vuelva nuestra lucha. No podemos abandonarlos para que mueran cómo murió Franklin Brito, ante la mirada indiferente de muchos de nosotros.