Hanthony Rodríguez, de 19 años, se desplaza en horas del mediodía por la avenida Santiago Mariño de Porlamar y al ver los puestos de venta de comida rápida, llamados por algunos “comida chatarra”, se detiene y pide un perro caliente.
No aguanta la tentación y lo acompaña con un refresco de lata. Luego al pan con la salchicha, papitas, repollo y cebolla, le agrega salsas variadas como aderezos.
Confiesa que en otras épocas se hubiera comida hasta tres o cuatro perros calientes, pero esta vez solamente se “da el lujo” de comer uno y la gaseosa, porque si no deja allí la jornada diaria con base al salario mínimo. Se ha gastado esta vez Bs 180 por una “bala fría” (un perro caliente y un refresco), pero para multiplicar su tentación no le da la base.
Para Aurelio Ibarra, quien vende comida rápida desde hace 30 años, siempre hay quienes tienen preferencia por este tipo de servicios gastronómicos “a cielo abierto”.
-Saque usted la cuenta cuánto cuesta ahora ir a una restaurante, por más barato que sea. Por eso la gente se resuelve, se come un perro caliente, hamburguesa o “pepito” y sigue su camino.
Indica que también tiene compradores nocturnos, que optan por esta alternativa para variar.
“La situación está mala, pero la gente no dejará de comérselos”, dijo.
En esos puestos ambulantes, ubicados sobre todo en las esquinas, una hamburguesa tiene costo promedio de Bs 250, que en comparación con las grandes cadenas de este tipo de comidas, terminan siendo más económicas.
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