El gobernante Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) celebraba el domingo votaciones primarias en todo el país para elegir a los representantes de los comicios legislativos de fin de año, a los que acude en uno de sus momentos de más baja popularidad.
Por primera vez desde que el PSUV accedió al poder, de la mano del fallecido Hugo Chávez en 1999, podría perder la mayoría que ostenta en la Asamblea Nacional, según sondeos privados, mientras el país petrolero atraviesa una recesión sazonada con una alta inflación y escasez de bienes de primera necesidad.
Los venezolanos más pobres, la base de apoyo del “chavismo” beneficiada con decenas de subsidios directos, está viendo como su salario se evapora ante el rápido aumento de los precios mientras deben hacer horas de cola a la caza de productos escasos.
“La revolución no funciona igual que antes. Ya no se siente esa emoción”, dijo una profesora de un colegio estatal en una zona pobre de Caracas, decepcionada con el presidente Nicolás Maduro, quien asumió hace dos años buscando continuar el socialismo con sello propio instaurado por Chávez.
La mujer de 50 años pidió no ser nombrada, pero dijo que participaría en las primarias del domingo.
Sin embargo, y a pesar de que las encuestas no lo favorecen, en el pasado el oficialismo ha salido victorioso en casi todos los procesos electorales en que ha participado con la oposición, por lo que muchos analistas y hasta políticos opositores han pedido mesura a quienes ya cantan una victoria por adelantado.
De hecho, la oposición ha tenido problemas para articular propuestas políticas y desprenderse de su imagen elitista, sin lograr conectarse con los venezolanos de a pie.
Las protestas antigubernamentales de 2014, comandadas por su ala dura y que dejaron 43 fallecidos, golpearon fuertemente su apoyo.
El Gobierno también cuenta con una fabulosa maquinaria de propaganda, un sistema electoral por distritos que lo ha favorecido y, sobre todo, un núcleo duro de partidarios que culpan a la oposición por la crisis económica en el país.
“Soy un voto duro”, dijo Marcos Mirabal, de 77 años, quien orgulloso exhibía una estatuilla de Chávez en su tienda ubicada en un populoso distrito de Caracas.
La crisis en Venezuela ha golpeado los índices de popularidad de Maduro y el PSUV.
Una encuesta de la firma local Datanálisis reveló que la aprobación a la gestión del mandatario cayó en mayo a 25,8 por ciento y que el oficialismo lograría sólo el 21,3 por ciento de las curules en las elecciones del 6 de diciembre, mientras que la oposición obtendría el 40,1 por ciento.
Una derrota del PSUV en las legislativas de diciembre no sólo le permitiría a la oposición nombrar nuevos miembros de los otros poderes públicos, sino que probablemente la animaría a buscar un referéndum revocatorio al mandato de Maduro, permitido por la Constitución a partir del próximo año. Reuters