Con una de las fronteras conjuntas más extensas del mundo y a 37 años de haber estado a punto de batirse en una guerra, la final de la Copa América de este sábado entre Chile y Argentina recordó viejas rivalidades históricas a ambos lados de Los Andes.
Chile, el alumno aplicado del barrio que ha hecho los deberes en materia económica, pero que a nivel deportivo no ha brillado como su vecino, tiene en Argentina uno de sus rivales más complejos.
Con más de 5.000 km de frontera, 60.000 argentinos viviendo en Chile -la segunda mayor comunidad detrás de la peruana- y una fluida interacción en pueblos y ciudades del sur a ambos lados de Los Andes, para muchos chilenos Argentina está lejos de ser considerado como un país de hermanos.
Eso pese a que nivel oficial el estado de las relaciones bilaterales es considerado como “excelente”, más aún desde que la socialista Michelle Bachelet asumió la presidencia de Chile en marzo de 2014, revitalizando los tibios vínculos que se vivieron en la administración anterior del derechista Sebastián Piñera.
“El fútbol no puede interferir entre los vínculos profundos que existen entre nuestros países”, exhortó el miércoles el canciller chileno, Heraldo Muñoz, en un intento de relajar el ambiente previo al partido de este sábado.
La historia contemporánea de los dos países les juega en contra. En 1978, Chile y Argentina, ambos países gobernados por dictaduras, estuvieron a un paso batirse a guerra por la posesión de las islas en el Canal de Beagle, en el extremo austral del continente.
Con tropas desplegadas en ambos lados de la frontera, el conflicto se resolvió sólo tras la urgente mediación del Papa Juan Pablo II.
Los argentinos no olvidan el apoyo que cuatro años más tarde le dio la dictadura chilena de Augusto Pinochet (1973-1990) a Gran Bretaña durante la guerra que los enfrentó por las islas Malvinas, “una traición” revivida en un cántico de hinchas argentinos que se viralizó en redes sociales.
Un cierto nivel de inferioridad respecto a un vecino que por años lo superó en todos los ámbitos, podría explicar el sentimiento “antiargentino” en una parte de Chile, de acuerdo a analistas.
“Los chilenos todavía nos seguimos viendo por debajo de los argentinos, pese a que nuestros indicadores económicos hoy son mejores”, dijo a la AFP el abogado y analista internacional, Ricardo Israel.
“Eso viene desde hace muchos años, cuando para los chilenos ir a Argentina era como ir a Europa”, agrega, asemejando lo que sucede también en la relación de Chile con sus otros dos vecinos: Perú y Bolivia.
– Sólo un partido de fútbol –
El temor de que los ánimos se enciendan de acá al sábado hizo que dos protagonistas del encuentro llamaran a la cordura. Ya durante la semifinal disputada el martes en la ciudad de Concepción, el himno argentino fue duramente abucheado por los hinchas locales y los visitantes respondieron con “el que no salta es un traidor”, en alusión al apoyo chileno a Londres en la guerra de las Malvinas.
“Ojalá que la gente entienda que el fútbol es un deporte, no una guerra”, lanzó el volante albiceleste Javier Mascherano, luego del duelo en que Argentina se impuso 6-1 a Paraguay y accedió a disputar la final con Chile este sábado en el estadio Nacional de Santiago.
“Este es un partido que se va a jugar a mil y donde se juegan muchas cosas, pero más allá de un partido disputado debe haber un respeto entre compañeros”, coincidió el lateral chileno Eugenio Mena.
“El partido del sábado es muy importante. Los chilenos quieren decir que ahora le ganamos a los argentinos en todo. Los argentinos quieren demostrar que ellos siguen siendo superiores en fútbol”, dijo por su parte a la AFP, el analista de la Universidad Diego Portales, Patricio Navia. AFP