Lapatilla
No es un secreto que Venezuela atraviesa su peor momento en un siglo. No existe arista de la figura que soporte el análisis objetivo de los números con conciencia para evidenciar el descalabro de nuestra economía, y con ella, el infinito costo social reflejado en una exacerbada pobreza que es representada por sus endemias más conocidas, desnutrición, deserción escolar, embarazo precoz, consumo de drogas, delincuencia descontrolada, hacinamiento carcelario, exponencial tasa de homicidios en medio de una altísima tasa de impunidad, autosecuestro del venezolano evitando a la estadística.
No es un secreto que ningún sueldo en Venezuela alcanza para que una familia viva sin recorrer la ruta acelerada de la pobreza, mientras que los pocos insumos que se consiguen aumentan su precio en una inflación sin parangón, a pesar de las medidas equivocadas de un control de precios asfixiante que sólo ha servido de parapeto populista y de alcabala para enriquecer a una costra del tumor cleptócrata en ejercicio.
No es un secreto que nuestra moneda, todavía llamada “fuerte” por un atado de sinverguenzas que encontraron en la cacareada medida política del “control de cambio” la forma más rápida de enriquecerse en el perverso cambalache que hoy muestra al mundo cómo el valor oficial es menos de 100 veces el valor que se transa en la calle, dejando en ese recorrido el salpicar del dinero malhabido que mantiene la burbuja de prosperidad en esa otra Venezuela, que subsiste a pesar del infinito sufrimiento del resto.
No es un secreto que no producimos ya casi nada y que los pocos que todavía producen son perseguidos por controles fiscales, jurídicos y políticos que hace de su operación un karma insoportable. Ante esta ausencia de producción, entonces tenemos que importarlo todo sin que el gobierno entregue las divisas dejando al monstruoso paralelo la tarea del cálculo de precio y recompra.
No es un secreto que para muchos medios de comunicación internacionales, esos que no se someten a un Estado Censor, Venezuela tiene problemas de narcotráfico, de terrorismo, de tráfico de poder, y de otros estigmas modernos hijos del poder sin límites ni contrapesos. Y en esa diatriba de acusaciones, cooperantes internos, tenores viajeros, y demás se transluce con el miedo que produce esto en el ciudadanos de a pie, profundas grietas en nuestra institucionalidad.
No es un secreto que los servicios públicos están prácticamente colapsados, que la salud no tiene remedio en un país desmantelado por la incapacidad de la inversión social, en un país que prefirió repartir la piñata de nuestros ingresos del superavit petrolero en gasto social sin entender que era una felicidad efímera.
No es un secreto que estamos a punto de perder el Esequibo y en ese tránsito apreciar como se ha politizado y banalizado un tema de Estado donde con una verborrea patriotera se intenta tapar la ineptitud de casi dos décadas de complacencias diplomáticas para hacerse de unos votos en los organismos internacionales.
No es un secreto que el 6D los venezolanos tenemos una cita al ejercicio del sagrado derecho al voto para abrir en una nueva Asamblea Nacional una ventana de esperanza al cambio, y todo apunta al cercenamiento por la vía de las ejecuciones sumarias de inhabilitaciones de oportunidades que buscan generar desesperanza en los electores.
No es un secreto que ante todo lo analizado el gobierno no tiene un futuro promisor en ningún proceso electoral, pero que utilizará todo lo que tenga a su alcance para impedir que se materialice este estadio de transición y con ello es infinito el portafolio de aberraciones jurídicas y políticas que deberían garantizarle al hegemón.
Lo que sí es un secreto es hasta cuándo soportaremos los venezolanos las penurias de este descalabro. ¿Es diciembre nuestro límite? Pero, ¿el límite para qué? Para acceder a ese plan B, quienes puedan y aventurarse en otras tierras? Y entonces, ¿qué le espera a Venezuela?
El fatalismo no se viste de gala cuando invade nuestro pensamiento. Nos coloca en planos de miseria cuando extrapola más allá de la oportunidad del 6D. ¿Qué nos queda?
Organizarnos como nunca y votar como siempre debemos hacer!! Ejercer el derecho como un deber sentido y no esperar que un anuncio nos desbarate nuestra ilusión de un cambio verdadero. Es aquí donde más organización necesitamos para defender ese voto en cada instancia donde ser deban contar. La democracia se debe recuperar con más democracia pero el momento de organizarnos es hoy, cuando todavía el almanaque es generoso en espacios para establecer estrategias, responsabilidades y compromisos. El 6D ya comenzó y debemos incorporarnos!!
Porque el 6D no es el Día del Juicio Final, pero sí será un punto de inflexión definitivo en nuestra historia republicana, y servirá de comienzo o de fin a la lucha de muchos que hoy nos limitamos a sobrevivir en esta tierra de Gracia que un grupo se empeñó en desgraciar y que se llama Venezuela!!
Amanecerá y veremos!!
@greyesg