Si nuestro Libertador nos observara por un huequito, sentiría tanta tristeza de ver las condiciones en las que se encuentra nuestra Venezuela. Ésa que soñó como una Patria grande, libre, independiente y de progreso; de auténtica moral, valores, igualdad y justicia social.
“El sistema de gobierno más perfecto es aquel que produce la mayor suma de felicidad posible, la mayor suma de seguridad social y la mayor suma de estabilidad política”, decía.
¡Una verdadera utopía en la Venezuela del siglo 21!
Se ve en las caras de nuestro pueblo. Se escucha en cada esquina, en las colas de los supermercados, en las deterioradas salas de espera de nuestros hospitales, y en los encuentros familiares. Hay angustia y frustración. La quincena no alcanza para comprar lo básico, y los pacientes con enfermedades crónicas ya no pueden seguir esperando a que llegue el tratamiento para mejorar su calidad de vida. Es una lucha contra reloj que empeora cada día.
Estamos sufriendo una realidad nada parecida a “la mayor suma de felicidad posible” que tanto anhelaba Bolívar para Venezuela; y lo peor es que lo hacemos ante la mirada ciega, pero vigilante, de quienes se hacen llamar Gobierno.
Y mientras juegan a perseguir e inhabilitar, a humillar y a controlar, el pueblo pide a gritos calidad de vida; ésa que según nuestra Carta Magna debería garantizar quien está sentado en la silla de Miraflores.
“Las naciones son esclavas de su Constitución, ellas rigen el destino de sus ciudadanos”, también decía Simón Bolívar.
¡Cuánta vergüenza Nicolás!
Ni los derechos más básicos, como la alimentación, la salud, la vida, la libertad, la seguridad, la prosperidad y la igualdad, puedes ofrecer a los venezolanos. Quizás sea porque te has alejado mucho de la calle, del día a día del pueblo, de sus necesidades, de sus sueños. ¿Acaso sabes que nuestra gente está pasando penurias por falta de productos tan elementales como la leche, las harinas y hasta los granos? ¡Ni papel de baño hay en los anaqueles Nicolás! Y no se trata de la tan mentada “Guerra económica”, sino de ineficiencia pura.
Pasamos de ser un país productor y exportador de café y chocolate, para convertirnos en una nación donde la carestía es el pan de cada día.
Somos el país con las estadísticas de muertes violentas más altas del mundo, con el salario más bajo de la región y con las peores estimaciones de crecimiento económico en el continente. Un panorama ensordecedor sí, pero que con verdadera vocación y ganas cambiará a partir del próximo 6 de diciembre.
La historia, y el ejemplo de países hermanos como Colombia y Brasil nos han demostrado que cuando se quiere se puede; y en Venezuela ésa es una máxima. Queremos y podemos, por eso seguiremos firmes y unidos, trabajando duro de la mano con nuestro pueblo para rescatar a nuestra amada Patria, ésa que soñó Bolívar: libre, independiente y de progreso; de auténtica moral, valores, igualdad y justicia social.
Nos une el descontento por tanto desamor gubernamental, pero sobre todo las ganas inmensas de vivir en PROGRESO.
¡Por Venezuela vale la pena seguir luchando!