El banco central de China dio por concluido hoy el ajuste en el valor del yuan, después de tres devaluaciones consecutivas que han rebajado su cambio en casi un 5 % y han generado dudas sobre la marcha de la segunda economía mundial. Adrià Calatayud/ EFE
El Banco Popular de China (central) así lo anunció en una rueda de prensa en Pekín convocada expresamente para explicar su postura sobre la depreciación de la moneda, un hecho poco habitual y que da cuenta de la preocupación que generaron, a escala nacional e internacional, los últimos movimientos del ente regulador.
El asistente del gobernador del Banco Popular, Zhang Xiaohui, dijo en la comparecencia que el yuan ha vuelto gradualmente a su valor de mercado, tras las últimas revisiones a la baja, y que a partir de ahora debería permanecer fuerte.
“No hay base para una depreciación persistente y sustancial”, insistió Zhang.
Esas palabras supusieron un alivio para los mercados y, tras dos días en vilo y con caídas por el pesimismo sobre la evolución de la divisa china, las bolsas asiáticas cerraron al alza y las europeas abrieron en positivo.
Previamente, el banco central había vuelto a devaluar, por tercera jornada consecutiva, el tipo de cambio de referencia de la moneda china con respecto a la estadounidense, hoy un 1,11 %, para dejarlo en 6,401 yuanes por dólar.
Así, la divisa china vale ahora un 4,66 % menos que este lunes, antes de que el banco central chino iniciara las depreciaciones y de que reformara el sistema cambiario.
En China, la abundante cobertura mediática sobre la devaluación del yuan ha trasladado a la ciudadanía un cierto tono de preocupación, no tanto por las implicaciones directas de la caída en la cotización de la moneda, sino porque ha sido percibida como un signo de que la economía no va tan bien como acostumbraba.
La prensa oficial se ha centrado en presentar las recientes medidas del banco central como un paso hacia la liberalización económica del gigante asiático.
Asimismo, en desmarcarlas de la interpretación que muchos analistas, sobre todo extranjeros, han realizado, de que se trata de un intento de favorecer a sus empresas exportadoras y de que el país ha entrado en una guerra de divisas con las naciones vecinas.
“Los comentarios sobre una guerras de divisas son un poco exagerados”, aseguró a Efe el analista de la firma financiera IG Bernard Aw, quien consideró que China buscó un sistema de cambio más acorde en el mercado, que en el contexto actual se tradujo en una depreciación.
“Si efectivamente un yuan más débil ayuda a proporcionar un estímulo al crecimiento de China, sería un impulso para la economía mundial también, dada la dependencia que tiene de la demanda china. La reciente caída de los productos básicos es un buen ejemplo”, reflexionó Aw.
Independientemente del objetivo de las autoridades, los últimos acontecimientos plantean un nuevo escenario para la economía global con un yuan más débil y más atento a su comportamiento en el mercado.
Los productos “Made in China” son, de repente, más baratos y las empresas que los venden, más competitivas.
Eso favorece a los fabricantes de aparatos electrónicos y mecánicos, productos de alta tecnología, textil, ordenadores y sus componentes y teléfonos móviles, las cinco principales exportaciones del gigante asiático.
En el otro lado de la balanza, a China le resultará más caro importar, lo que repercutirá en sus socios comerciales, empezando por la Unión Europea, el primero, y siguiendo por Estados Unidos, el segundo, sin olvidar sus crecientes lazos con los países latinoamericanos.
El consumo mundial de aparatos electrónicos y mecánicos, de alta tecnología, circuitos integrados, crudo y productos agropecuarios (para los que América Latina es una de sus principales fuentes de suministro) podría verse afectado por la devaluación del yuan.