Como toda buena dirigente revolucionaria y socialista, Lucena ha inventado una nueva forma para que los organismos internacionales que le convienen al PSUV y a Nicolás Maduro, puedan estar presentes en las elecciones venezolanas. En cualquier país verdaderamente democrático y respetuoso de las leyes, donde exista la disposición inquebrantable de acatar la voluntad del electorado, se aceptan sin mayores problemas los denominados observadores internacionales. El actual secretario general de la OEA, Luis Almagro, recordó la semana pasada que esa instancia internacional ha enviado más de 227 misiones para observar comicios en diferentes partes del mundo.
Almagro escribió un artículo que fue publicado en medios de comunicación de toda América Latina, en el cual señaló que “227 Misiones de Observación Electoral (MOEs) desplegadas en 27 países del hemisferio, desde 1962, muchas de ellas otorgando certidumbre a situaciones impredecibles, representan un sello de marca incuestionable por su independencia y sentido profesional (…) El valor del sello de aprobación de la OEA es valedero tanto en la observación de elecciones con resultados predecibles o absolutamente inciertos. Nuestras Misiones colaboran con las autoridades electorales y con los partidos políticos para facilitar la normalidad de los procesos electorales y actúa de acuerdo a las circunstancias políticas y culturales de cada país”.
El artículo de Almagro tenía, con toda seguridad, dos destinatarios muy claros: Nicolás Maduro y Tibisay Lucena. Lo único que le faltó al escrito del secretario general de la OEA fue colocarle el código postal del Palacio de Miraflores y del CNE. Pero claro, Lucena y Maduro no se dieron por aludidos. Hicieron como el policía de Mérida, se pusieron a mirar para otro lado. Maduro y Lucena no quieren observadores, quieren damas de compañía. Este par de angelitos ni siquiera aceptan aquel dicho popular, tan usado en las partidas de dominó, en las cuales se asegura que los mirones son de palo.
En la Venezuela socialista y revolucionaria, presidida “por ahora” por Nicolás Maduro, tutoreada por un CNE rojo rojito, comandado por Lucena y defendida a capa y espada por una cúpula militar que asegura que aquí no hay otro camino sino el de la revolución iniciada por Chávez, la observación internacional es poco menos que una herejía. Estos señores desearían que los observadores internacionales fueran ciegos, y que actuaran como las damas de compañía, la mayoría de las cuales no están para ver, sino para dejarse ver.
Los “acompañantes” que Lucena y Maduro quieren deben actuar como los famosos ojos de Chávez pintados en las paredes, en las franelas y colocados en miles y miles de vallas regadas por todo el país. Esos ojos, bien lo saben los chavistas, están por todos lados y en todas partes, pero no ven a nadie.
Lucena y Maduro quieren, para el 6 de diciembre próximo, algo que han llamado, pomposamente, “acompañamiento electoral”. Las señoras que están al frente del máximo organismo comicial del país no quieren que el mundo las observe. Ellas sólo quieren que unos pocos amigos revolucionarios, izquierdosos y socialistas, las acompañen.
El “acompañamiento” electoral que Maduro y Lucena desean para Venezuela, es algo parecido al famoso e internacionalmente conocido servicio que prestan las famosas damas de compañía. “Venezuela no es monitoreada ni será monitoreada por nadie”, dijo Maduro luego de un encuentro que mantuvo con el secretario general de la ONU, Ban Ki-Moon.
Los periodistas que estaban en la conferencia de prensa ofrecida por el ex chofer del Metro de Caracas insistieron en la importancia de la observación internacional para garantizar la transparencia de las elecciones parlamentarias en Venezuela. Pero Maduro sólo atinó a decir: “No lo aceptaremos jamás, por nadie”.
Lucena, quien tardó 6 meses para anunciar al país la fecha de las elecciones, y quien tal parece que ya no haya que inventar para tratar de torpedear la participación de los candidatos de las fuerzas democráticas en los comicios del 6 de diciembre, informó durante una rueda de prensa el pasado viernes que “tenemos un programa robusto de acompañamiento y en esta oportunidad no va a ser de una manera diferente”.
La presidenta del CNE dijo igualmente que “hay como una intención o una tendencia de descalificar lo que es un programa de acompañamiento que tiene Venezuela que es uno de los más claros y técnicos que tiene la región (…) Aquí los que vienen son programas de acompañamiento altamente técnicos y muy serios.”
Y para que no quedaran dudas de la clase de acompañantes que tendremos durante las próximas elecciones parlamentarias, la presidenta vitalicia del CNE sostuvo que “aquí vienen autoridades electorales de África, de Europa… Además de eso vienen parlamentarios y la más técnica y calificada que consideramos”.
Para que nadie se llame a engaños, y entienda de una vez y para siempre, que Lucena y Maduro manejan el mismo discurso, porque al fin y al cabo son compañeros de partido, comparten la misma ideología socialista y sueñan en las noches con el Comandante Eterno, la máxima cabeza visible del CNE dijo: “Esta no es una democracia tutoreada para que vengan organismos a monitorear… Tenemos un programa de observadores nacionales el resto son acompañantes internacionales”.
A mi particularmente no me extrañaría que mañana o pasado, Lucena ordene a sus subalternos en el CNE la publicación de un aviso clasificado en los periódicos de Cuba, Bielorrusia, China o Siria, que diga más o menos así: “Se solicitan damas de compañía para el proceso electoral venezolano. Se agradece buena presencia. Preferiblemente ciegas, sordas, mudas, bolivarianas y socialistas”.
- 15 de agosto de 2015
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