Las razones de los factores del Gobierno que impulsaron la decisión contra Copei pueden ser muchas. Desde la enconada e injustificada antipatía de figuras con mucho poder hacía este modesto servidor hasta el error de creer que con esa decisión iban a hacer estragos en la oposición. En el medio cabe cualquier hipótesis; los cierto del caso, es que más allá del escandaloso suceso. El Gobierno no recoge nada. Una vez comience la campaña electoral el tema Copei pasará a ser parte del anecdotario de equivocaciones del Gobierno sin tener la menor incidencia en el resultado electoral.
Copei es un partido político de verdad; con una hermosa ideología, valores muy claros, y una abnegada militancia y dirigencia. Se puede simpatizar o no con Copei; pero desconocer que es una institución política patrimonio de la democracia venezolana, más allá de sus aciertos y errores, sería mezquino. Al tomar esa decisión contra Copei se evidencia el desconocimiento sobre una organización implantada en todo el país, con una cultura y entidad política propia, autónoma e independiente de intereses distintos a los intereses del pueblo. 69 años de historia le dan a Copei una identidad, una personalidad distinta y distintiva. Darle un zarpazo en un momento tan crucial para el país es un autogol del Gobierno. Un acto criminal sin ningún sentido. Copei no es Roberto Enríquez, no es una dirección política, es mucho más. Cuando se comete una injusticia tan grande con un partido histórico con hambre de futuro como Copei, se está sacando del tablero político a un jugador lleno de reservas morales, intelectuales y culturales que pueden ser determinantes para la paz del país y la unidad nacional.
Las razones de los factores internos que promovieron este desmadre; son imperdonables. Cuando la maquinaría de la ambición, la envidia, la mentira y el odio se encienden solo dejan a su paso un reguero de destrucción. Copei no es el patrimonio personal de nadie. Nadie tiene el derecho de imponerle a Copei su particular visión de las cosas. Mucho menos recurrir al Gobierno para que le dé lo que los copeyanos se negaron a darle.
Esta semana se reunieron las autoridades regionales de Copei y acudieron al TSJ a solicitar el cese de una decisión que nos paraliza y deslegitima ante el país. Salvo cuatro casos, todas autoridades electas por la militancia al igual que la Dirección Nacional. He escuchado a un “compañero” del partido mentir para justificar que el partido no hace lo que a él le da la gana argumentando que yo he intervenido 17 seccionales para poner amigos. Mentira infame de este cabecilla de la celada a Copei. Decir que yo soy un autócrata y para remate que estoy loco. Tengo meses soportando una y otra embestida, infamias y calumnias. De forma socarrona un compañero del llano venezolano me dijo: “ Roberto, a perencejo ahora le dio por decir que tú estás loco, bueno…no sé por qué dice eso, pero yo prefiero a un loco buena gente que a un cuerdo mala gente”. Más claro no canta un gallo, le agrego yo.
En Copei hemos hecho un gran esfuerzo por renovarnos, por tener una línea opositora autónoma, firme, amplia, combativa pero también dialogante. En las primarias nos atrevimos a presentar liderazgos propios sin hacer alianzas. Al día siguiente Copei y sus candidatos se estaban poniendo a la orden de los vencedores con hidalguía. Se nos pueden criticar muchas cosas, pero nunca de ladinos ni traidores. Nuestro compromiso con la Unidad es irrenunciable. Nuestro reto de reconciliar a Venezuela es autentico.
Estos días han sido muy duros. Todo lo que nos ha pedido la Junta Ah Hoc designada por el TSJ se lo hemos dado. Se hicieron de nuevo las consultas. No hay ninguna razón que justifique este ensañamiento contra Copei. No es justo. No lo merecemos. Pero lo más grave; es que destruir a Copei, convertir a nuestro amado partido en un paría de la sociedad política venezolana, además de ser una gran injusticia, es un error capital que perjudica a todos. “El hombre superior hace lo correcto, el hombre inferior hace lo que le conviene”, nos enseña el taoísmo. Por nuestra parte, dentro de nuestras omisiones y equivocaciones, escogemos el camino de luchar por hacer lo correcto.