Cuánto daño nos ha producido que ambos gobiernos ignoren la realidad de la frontera más dinámica de América Latina. Cuántas decisiones de Miraflores o de la Casa de Nariño han alterado la paz en la frontera. Ignoran supinamente que esta área responde a una dinámica propia que nada tiene que ver con los centros de poder. Madres, hijos, tíos, sobrinos, primos y parientes viven en ambos lados de una raya indeleble y las diferencias políticas o económicas entre ambas naciones, para ellos, son solo anécdotas lejanas que no debieran alterar sensiblemente su rutina diaria.
Estoy convencido que más allá del daño económico que produce el cierre de la frontera, que lo hay, lo más importante en estos momentos es la crisis social que viene aparejada con esa medida: estudiantes venezolanos y colombianos cruzan continuamente la frontera para asistir a sus distintas casas de estudio. Enfermos venezolanos que durante estos tiempos solo consiguen medicinas y atención médica del lado colombiano, hoy no pueden hacerlo porque les está vedado transponer la bendita línea imaginaria, con lo cual, salud y vidas se encuentran en grave riesgo. Me comentaba un amigo residente en San Antonio que tener a sus familiares a menos de 100 metros y no poder acercarse para abrazarlos, es lo más cercano a tener enfrente a la terrorífica cerca conocida con el imborrable nombre de “Muro de Berlín”.
Los hechos de inseguridad, que siempre han estado presentes en estos predios, el paso de mercancías hacia ambos lados de la frontera, las torpezas económicas y los cálculos político-electorales de cualquiera de los dos países, no debieran ser argumentos para montar un apartheid en contra de personas indefensas, violentando su dignidad y pisoteando sus derechos humanos. ¡Simón Bolívar debe estar retorciéndose en su tumba!
*Coordinador Nacional de “Gente” Generación Independiente
@alvareznv