Por puras coincidencias de análisis, mis dos últimas entregas en este Blog fueron tituladas: “El gobierno de la barbarie”, y “Venezuela: Libertad y dignidad del hombre”. Pues bien, releyendo ambas reflexiones, resultaron casi premonitorias de los ignominiosos hechos propiciados por el gobierno venezolano en la frontera colombo-venezolana por órdenes del gobernante Maduro, los cuales por su naturaleza brutal, han merecido el unánime repudio en Colombia y cuestionamientos en la opinión pública mundial, no así en los silentes gobiernos de la región, los cuales han mantenido hacia Colombia una actitud más bien displicente.
Las imágenes de gente humilde cargando en sus hombros sus escasos enseres, incluyendo niños acarreando su ropa y juguetes, que no armas, así como del marcaje de las viviendas al estilo nazi, constituyen escenas difíciles de borrar de la mente. Si el autodenominado gobierno socialista estimaba necesario deportar a algunos indocumentados o indeseables, lo ha debido hacer selectivamente, sin decretar un innecesario cierre de la frontera, garantizando el derecho a revisar el estatus de los afectados y de muchas familias binacionales integradas, y proporcionándoles un trato digno a quienes en medio de las complejas realidades propias de la frontera, han hecho vida en Venezuela. Es un hecho que la extensa zona limítrofe, de 2.219 kms., y en especial la del Norte de Santander y el Estado Táchira, constituyen una zona de integración de alcances transfronterizos, en la cual conviven cientos de miles de ciudadanos de un país y otro, para conformar una de las fronteras más vivas de América Latina, en donde la integración de sangre es una innegable realidad.
El mundo ha presenciado así, una de las más injustificables crisis humanitarias de la historia latinoamericana, en que se ha tipificado una violación a los derechos humanos e irrespeto a la dignidad de pueblos hermanos, mediante confiscaciones, destrucción de viviendas, separación de familias, sufrimientos de seres humanos y niños, a quienes se ofende con la acusación generalizada de que son paramilitares o delincuentes. Hay que reconocer que el centralismo bogotano y caraqueño ha descuidado desde tiempos inmemoriales a una región que requiere no solo de mayor seguridad y orden, sino atención a sus ingentes necesidades. La idea que se tenía en la Comunidad Andina (CAN) de establecer Zonas de Integración Fronteriza (ZIF), una de las cuales es hoy objeto de la crisis, naufragó con la antihistórica decisión de Higo Chávez de retirar a Venezuela de dicho proceso de integración, llevándolo a una crisis existencial de la cual no ha salido.
En Colombia, el gobierno evitado caer en provocaciones, y por encima de diferencias, todas las organizaciones políticas han rodeado al Presidente Santos en una demostración de solidaria madurez. Así, gracias a Maduro se produjo el milagro de que el ex Presidente Uribe haya depuesto sus diferencias con el Jefe de Estado Santos, para respaldar las acciones que a nivel nacional e internacional permitan enfrentar una crisis de grandes dimensiones, que deja heridas y resentimientos indeseables.
Solo voceros de la extrema izquierda colombiana, de las FARC y de la Secretaría General de Unasur han apoyado a Maduro, en tanto que en Venezuela, sectores como la Conferencia Episcopal Venezolana, los gremios, los partidos políticos de oposición, intelectuales y calificados ex diplomáticos, no han vacilado en repudiar las ejecutorias del gobierno, el cual está pagando por ello fuertes costos en imagen internacional y de opinión pública.
Circulan versiones de que el factor desencadenante de las impulsivas medidas de Maduro, se originó en una pugna entre mafias militares venezolanas que luchan por el control del narcotráfico, el contrabando de gasolina y alimentos, contando desde luego con socios de este lado de la frontera. Es obvio que el contrabando de gasolina no solo alimenta el negocio de la droga como precursor de su fabricación, sino que su rentabilidad es tan alta como la del negocio mismo de la cocaína. En todo caso, la abismal diferencia de precios relativos entre Colombia y Venezuela, derivada de la errónea política cambiaria aplicada en Venezuela, genera todo tipo de distorsiones, negociados y fuentes de irregularidades en el intercambio comercial y en transacciones en la frontera.
Por otra feliz coincidencia, llegó a mis manos hace pocos días con algo de atraso, un ejemplar del libro: “Chavismo, narcotráfico y militares”, en el cual el periodista Héctor Landaeta recoge densas entrevistas realizadas a la ex Magistrada y ex Ministra Presidente de Conacuid, Mildred Camero, organismo responsable de la lucha contra el narcotráfico en Venezuela, posición que ocupó durante el gobierno de Hugo Chávez, de cuya responsabilidad fue excluida por su incómoda independencia, en forma simultánea con la decisión del gobierno revolucionario de expulsar del país a la misión de la DEA.
Ese libro, de obligatoria lectura, revela en forma detallada cómo Venezuela ha degenerado en un narco Estado, con profundas vinculaciones de militares, altos funcionarios del gobierno y cuerpos policiales, con nexos con las FARC, y complicidades en crímenes, sicariato, extorsión y corrupción, con una dimensión que horroriza a cualquiera. Entre ellos se hace mención a los implicados en la Lista Clinton y en el llamado Cartel de los Soles, entre ellos los Generales Hugo Carvajal, de célebre recordación por su detención en Aruba y posterior liberación por el gobierno holandés, Henry Rangel Silva, Clíver Alcalá Cordones, Miguel Rodríguez Torres, Frank Morgado González, Alexis Maneiro Gómez, Jesús Armando Rodríguez Figuera, Belisario Landis, Miguel Ramírez, el Capitán de Navio Ramón Rodríguez Chacín, enlace con las FARC, o a civiles como el “capo de tutti capi” Walid Makled, conocedor a fondo de los secretos del mencionado Cartel de los Soles.
En esas circunstancias, ¿no hay pie para las versiones de que la crisis de la frontera se inicia por un enfrentamiento entre grupos militares mafiosos que controlan la lucrativa actividad del contrabando, el narcotráfico y el lavado de dólares?
Los venezolanos de bien sentimos indignación y dolor ante la represión brutal ordenada por el gobierno venezolano en cabeza de su Guardia Nacional pretoriana, en un intento de tender cortinas de humo ante la debacle en que se encuentra el país, y ante la desesperación que les generan los resultados de todas las encuestas, que muestran un derrumbe estrepitoso en la favorabilidad del gobierno, lo cual hace suponer que por encima del fraude electoral, les esperaría una amplia derrota en los comicios parlamentarios del próximo diciembre.
La mayoría de los venezolanos estamos tan dolidos como los colombianos por las arbitrarias ejecutorias del gobierno totalitario de Venezuela. Y quienes como miles de venezolanos somos acogidos con generosidad en esta noble patria, no podemos sino solidarizarnos con los 7.000 colombianos que han sido deportados o compelidos a huir de Venezuela, como han tenido que huir también millón y medio de venezolanos en indetenible éxodo provocado por el fracaso del totalitarismo del Siglo XXI, liderado por Hugo Chávez y Nicolás Maduro. Vaya pues hacia nuestros hermanos, con corazón de patria grande, nuestro sentimiento fraterno de solidaridad en tan aciagas circunstancias. Ojala que la comunidad internacional no vacile más en exigir al régimen chavista, respetar el derecho internacional humanitario y elementales normas de convivencia entre pueblos vecinos, y que contribuya a una pronta solución pacífica y civilizada a esta absurda crisis.