Aunque tiene fama de ser la comida más importante del día, el desayuno es uno de los hábitos más sacrificados en la vida moderna. Muchos apenas toman un café y otros simplemente comen por primera vez a la hora del almuerzo.
Lo que quizás ignoran quienes incurren en esta conducta es que la ciencia ya estableció los efectos negativos que este comportamiento tiene sobre la salud, publica El Tiempo.
Como si fuera poco, otra investigación de la Universidad de Harvard, publicada en la revista Circulation en julio del 2013, evaluó a 26.902 hombres y encontró que el 27 por ciento de los que no desayunaban tenían más posibilidades de sufrir un infarto o morir de una enfermedad cardiaca que aquellos que comían todas las mañanas.
Y el riesgo es el mismo en los adolescentes. Según un estudio de febrero del 2014, divulgado por la revista Public Health Nutrition, los jóvenes que desayunan poco o nada tienen 68 por ciento más posibilidades de desarrollar síndrome metabólico (obesidad abdominal, altos niveles de triglicéridos, niveles bajos de colesterol bueno, hipertensión y altos niveles de glucosa en sangre), lo que incrementa el riesgo de trastornos cardiovasculares.
Pero la ciencia no solo respalda la necesidad de la primera comida del día, sino el hecho de que sea generosa. En agosto del 2013, una investigación de la Universidad de Tel Aviv, que publicó la revista Obesity, concluyó que tomar un desayuno con abundantes calorías adelgaza, a la vez que previene la diabetes y los problemas cardiovasculares.
Si se trata de un desayuno rico en proteínas, manifestó la Universidad de Misuri (Estados Unidos) en noviembre del 2014, puede mejorar de manera sustancial el control del apetito y contribuir a la reducción de la ingesta nocturna de alimentos ricos en grasa o azúcar.
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