En este limitado espacio quiero sintetizar la indignación que siento por las humillaciones que se imponen a mis hermanos de la Nación Guajira. Sufren en grado superlativo lo mismo que venezolanos y colombianos en el resto del Zulia y en la frontera tachirense. La vida a los dos lados de la Península está alterada. Para ellos no hay frontera. “Guajira Grande” es la respuesta cuando de buena fe se les pregunta de donde son. Eso se traduce en intercambios de todo tipo, sociales, familiares, de comercio formal e informal y, en síntesis, se trata de una comunidad histórica que tiene sus propias normas de existencia y costumbres, sin dejar de cumplir el ordenamiento legal existente a ambos lados de la frontera. Como muy bien afirmó Ricardo Fernández, expresión Wayuu y candidato a la Asamblea Nacional por la Unidad, ellos no son transeúntes, viven allí. Tienen su propio idioma y lejos de ser tratados como enemigos, el régimen debería considerarlos como los grandes y mejores guardianes de los intereses de la patria.
En la Guajira hubo oficinas del Ministerio de Agricultura y Cría, del Ambiente, de tránsito terrestre, fiscalía indígena, Defensoría del Pueblo, Notaría Pública y Tribunal. Todo fue eliminado arbitrariamente en 2007. Dice Ricardo en su declaración. “En 2010 fuimos declarados Distrito Militar. Ya estamos cansados”.
Los guajiros no son el problema. Pueden ser parte muy importante de la solución. Ahora anuncian el envío de unos 3.000 efectivos militares adicionales a los existentes. Con todo respeto, pero ¿serán parte de la solución o parte importante del problema?
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Lunes. 14 de septiembre de 2015