En el estricto sentido de la palabra, este es un gobierno parapetado que usa el parapeto como política. Una murallita sumamente endeble, basado casi únicamente en lo que le va quedando de dinero usable y en las armas. Además del terror como arma, como parapeto.
Empezaré por esto último. Las OLP son allanamientos indebidos, armas empleadas que protegen al gobierno de su manifiesta incapacidad para detener la criminalidad. Aplican una pena de muerte ambulante y se llevan a uno que otro malandro en medio de varios inocentes, es aquel maten primero y averigüen después tipo Betancourt, extendido por toda la geografía nacional, indiscriminadamente, impunemente, letalmente. Algunos aplauden este parapeto que puede ser usado en su contra. Es la eliminación de la legalidad, de la constitucionalidad, del derecho a la defensa. Pero como parapeto contiene el accionar de algunos malandrines y envía el mensaje aterrorizante a la colectividad nacional, algo así como: “Algún día te llegará tu cota 905”.
Con los alimentos se parapeta, conteniendo el desespero de la hambruna con las ínfimas reparticiones de comida en cuentagotas: unos pollitos aquí, un arrocito más allá, una harinita regada, para que crean y se limiten a comer lo que hay y además lo acepten como la norma. La tarjeta de racionamiento sin tarjeta. Compra lo que hay, cuando hay, al precio que llegue. Y contente, por la vía armada, de “alterar el orden público”. El parapeto es lo que va quedando del orden público.
Los cierres de las fronteras van por el mismo uso militar del parapeto. Contener, contener la furia, el hambre, la dispersión de los alimentos que no se producen, de la gasolina que no cuesta, de los billetes, del precio del dólar. Todo parapetado. Nada legítimo sino forzado. Obligado como por orden militar altanera: “Tengo el poder y esto se hace así, es una orden que si no se cumple trae consecuencias mortales”. De allí la suspensión de garantías. Y todo el mensaje terrorífico del uso y abuso de las armas en militares y policías y cuanto agente uniformado puedan emplear en estos diabólicos accionares.
El parapeto se emplea también como política internacional: contener al presidente Santos con deportados miserablemente, contener a los guyaneses en sus deseos de llegar al Orinoco o a Caracas, parapetando. Y así: a la OEA que quiere elecciones libres y vigiladas, qué bríos esféricos; a la Unión Europea, a todos los que piden libertad a los presos políticos, a la ONU que exige cumplimiento de compromisos irrefutables en cuanto a los Derechos Humanos de los que nos alejamos como país hace mucho y profundamente, cada vez más. El parapeto aísla y ensombrece. El parapeto contiene, sí, ¿pero hasta cuándo?
El parapeto es una defensa militar. ¿Podrá contenerlo todo? ¿Podrá contenerlo todo, así, todo el tiempo a como dé lugar y a pesar de todos? También los parapetos se desbordan, ya lo demostró el río Valle, reclamando su cauce en varias oportunidades. El río sigue, los parapetos ceden.
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