La fuerza es la que manda en Venezuela. Este es el diagnóstico del reconocido psiquiatra y comunicador social Roberto de Vries, para quien el inadecuado manejo del poder tiene una cuota importante de responsabilidad en la crisis social que atraviesa el país suramericano.
Luisa Mendoza / Diario Las Américas
“En Venezuela se está ejerciendo el poder no con valores ni con el conocimiento, ni siquiera con las emociones -que sería un poder muy primario- se está haciendo en base a la imposición de la fuerza”, aseveró De Vries durante entrevista en la que explicó los cuatro elementos básicos que circunscriben el manejo del poder en toda sociedad.
El especialista en imagen y poder detalló que este último se bifurca en cuatro áreas importantes: el poder de los valores y principios, considerado como el superior y que está asociado directamente con el deber ser. El poder del conocimiento que implica el saber, tener acceso pleno a la información para tomar decisiones adecuadas; el poder de las emociones que determinan cómo manda el ser humano de acuerdo a lo que experimenta en su fuero interno, como la alegría, la tristeza, la ira y el miedo y, por último, el poder del comportamiento que se fundamenta en la acción.
De las emociones a la imposición de la fuerza
En el caso de Venezuela, según De Vries, se maneja el poder de la fuerza que rige la acción para imponerse. A juicio del psiquitara eso es lo que prevalece en la manera adoptada desde el Gobierno.
Pero esto no siempre ha sido así en lo que concierne a los 16 años de gobierno socialista en Venezuela. De acuerdo al doctor De Vries, mientras Hugo Chávez estuvo al mando, el poder se ejercía desde las emociones, básicamente apoyado en el carisma con el que atraía a las masas.
La muerte de Chávez transformó el escenario y el carisma dejó de ser un factor de poder, porque el mapa político no cuenta con líderes ni instituciones que puedan sacar provecho de esta emoción para ejercer el poder. Hoy en día, a juicio de Roberto de Vries, “la gente tiene otra realidad, en la que se impone la fuerza. Chávez podía controlar a los suyos con su carisma, pero aquí nadie controla a nadie. Lo único que controla a la gente es la manifestación de fuerza”.
De Vries advirtió que volver a guiarnos por la fuerza de la naturaleza, signada por la primacía de la fuerza, podría traer consecuencias lamentables para un país. “No podemos volver a una realidad en la que solo el fuerte sobrevive, donde las mayorías se imponen, porque eso sería negar la civilización del ser humano”.
¿Síndrome de Estocolmo o la incondicionalidad con el proceso?
La socióloga Vivian Barajas ofreció su análisis de la relación entre gobernantes y ciudadanos. “Un sector de la población venezolana, que incluye a quienes siguen creyendo en un gobierno que no ha mostrado resultados, sufre el síndrome de Estocolmo aderezado con un ingrediente peligroso: es a prueba de decepciones”.
Así se expresó Barajas al referirse al apoyo que los seguidores chavistas siguen depositando en Nicolás Maduro y que tiene que ver, según sus palabras, “con la tendencia a persistir en la indefensión, de creerse vulnerables y poco capaces de virar el timón y tomar decisiones”.
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