Durante los primeros días de Leopoldo López en la cárcel militar de Ramo Verde, a las afueras de Caracas, una mujer hermosa se acercó desde el exterior a la ventana de la celda donde se encontraba el preso y le cantó una dulce y melancólica bachata. Esa mujer era Lilian Tintori, y la escena describe como pocas el espíritu indómito y risueño que habita dentro de la esposa del tristemente célebre dirigente opositor venezolano.
Leopoldo fue condenado a casi 14 años de prisión acusado de instigar acciones violentas en Venezuela y se ha convertido en un símbolo de los disidentes de su país. Desde que fue encarcelado en 2014, su mujer ha viajado por medio mundo para reclamar la atención de gobiernos y líderes mundiales sobre la falta de libertad en su país y la persecución política orquestada por el presidente Nicolás Maduro. No ha habido puerta que Lilian no haya tocado, incluida la del Vaticano.
Muy a su pesar, el «caso Leopoldo» la ha convertido en una activista global. Dentro de Venezuela, la pareja es admirada y querida por muchos que ven en la familia López Tintori un modelo genuinamente venezolano de patriotismo, modo de vida y fe cristiana, una historia de éxito truncada por el encarcelamiento del fundador del partido Voluntad Popular.
Lilian explica cómo se fraguó la relación de amor entre los dos. Todo comenzó en 2003, cuando él ya ejercía como alcalde del municipio caraqueño de Chacao. No se conocían cuando ambos se sentaron a la mesa de un restaurante en la zona de Palos Grandes, en la capital, donde un amigo común les acababa de presentar. Ella quedó deslumbrada con el hombre que tenía delante: «Conversamos de sus proyectos de vida, de su amor por Venezuela, de su carrera política y de cómo estaba siendo perseguido políticamente. Nos quedamos hablando toda la noche, fue fascinante porque no se acababan los temas de conversación», relata Lilian. Resulta que Leopoldo estaba buscando un asesor de deportes y encontró en ella a la persona ideal. Lilian era una atleta consumada, amante de los deportes extremos, campeona nacional de kitesurf ese mismo año.
El siguiente momento importante en la vida de la pareja se produjo tres años después, en 2006, cuando Leopoldo se arrodilló ante Lilian sosteniendo un anillo en la mano mientras le decía: «Te voy a pedir dos cosas». Ella se echó a llorar. «¿Lilian, te quieres casar conmigo?». Acto seguido me dijo que si me casaba con él, me tenía que casar con Venezuela. Creo que esa frase ha simbolizado cada paso del camino que hemos hecho juntos».
Amigas de Lilian, contactadas para este artículo, la describen como una mujer disciplinada y constante, amorosa y guerrera, alegre y romántica, y «muy capaz a la hora de identificar lo positivo de la gente». Leopoldo es visto en su entorno como un hombre con una enorme capacidad de entrega, valeroso y enérgico. Su madre, Antonieta, le describe como «terco y pragmático». Lilian lo ve así: «Me encanta su personalidad, su inteligencia, su fuerza, su amor por Venezuela y su gente. Es además un hombre muy perseverante y disciplinado y esas características hacen que obtenga lo que se propone».
La gran aventura
Lilian era una cara conocida por los venezolanos desde que en 2001 participara en el reality show «Robinson, la gran aventura», donde tuvo que convivir varios días en una isla desierta con otros concursantes. Se había licenciado en Educación Preescolar en la Universidad Católica Andrés Bello de Venezuela y estudiado Comunicación Política en la Universidad Central. Después trabajó como presentadora en Radio Caracas Televisión. «Una vez que llegaron mis obligaciones como esposa de un alcalde y como madre se me fueron cerrando los espacios para dedicarme a otras actividades, como la de presentadora de televisión», afirma Lilian, algo que no ha lamentado porque «mi vida al lado de Leopoldo ha estado dedicada al servicio, a los sueños, a un país».
La pasión de ambos por el deporte es algo que ayudó a cimentar la relación. Lilian ha practicado de forma asidua kitesurf, kárate y triatlón. Después de ser madre, abandonó los deportes extremos y se centró en el atletismo. Ha corrido en 17 maratones –su preferida es la de París– y varias Ironman. «El deporte da disciplina, constancia, te enseña a jugar en equipo», explica . «Si pierdes, aprendes de los errores, y te enseña que por más difícil que parezca la meta siempre es alcanzable. Además, ha sido un extraordinario componente de nuestra relación porque Leopoldo y yo dedicamos tiempo al deporte y nos permite compartir una pasión que nos une».
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