No voy a referirme a Agustín Lara,
ni tampoco a esa fruta cuyos granos
son ambrosía para los humanos,
ni a la bella ciudad que lo inspirara.
Me refiero a esa bola que estalla
esparciendo la muerte por doquier
cuyo uso estuviera hasta ayer
limitado a los campos de batalla,
pero que en nuestra patria cada día
estallan por doquier y a porfía;
y a los directores de la empresa
que tiene el monopolio de las armas
lo que ocurre, se ve, no les alarma.
¿Será conversación de sobremesa?