A finales del año pasado los economistas y diversas firmas especializadas se debatían sobre si la inflación en Venezuela sobrepasaría o no el 100% en 2015. En ese momento además el precio del dólar en el mercado paralelo hacia su tránsito de los Bs. 100 hacia los Bs. 200 a un ritmo avasallante, haciéndonos entender a todos una dura realidad: terminábamos un año muy malo, y estábamos por empezar un año que sería aún peor, tal y como ha sido.
Hoy en día, ya en curso el último trimestre del año, la situación económica es simplemente asfixiante: a una notable y desesperante escasez de bienes básicos, se suman la inflación más alta del mundo por tercer año consecutivo, y el proceso de devaluación de la moneda más brutal de la historia patria, y probablemente de la historia mundial. De hecho, la escasez de algunos rubros sobrepasa el 80% en diversos lugares del país y hay productos que simplemente desaparecieron. La inflación ya se ubica en más de 200% en los últimos 12 meses (anualizada) y la devaluación acumulada de nuestra moneda frente al dólar desde 1999 hasta el presente asciende -lea bien y agárrese- a 139.400% (esto resulta de dividir Bs. 800.000 -verdadero precio actual del dólar a bolívares viejos-, entre Bs. 573,88 -precio del dólar el 02 de febrero de 1999-, lo cual da 1.394, que es el número de veces que el bolívar se ha devaluado frente al dólar a ese precio, lo cual, multiplicado por 100 para sacar la devaluación porcentual, arroja la impactante cifra ya citada de 139.400%)
Los números anteriores constituyen toda una inyección letal a la económía y han puesto al venezolano común en una situación de precaria sobrevivencia. El salario mínimo (Bs. 7.421,67) equivale a $9,27, es decir, menos de $10 mensuales y $ 0,3 diarios, lo cual se enmarca dentro de los parámetros de “pobreza extrema” descritos por la ONU. De hecho, según el CENDAS, para finales de agosto la canasta alimentaria se ubicó en Bs. 50.625,52 (equivalente a 6,8 salarios mínimos), mientras que la cesta básica alcanzó los Bs. 78.611,65 (que equivale a 10,6 salarios mínimos). Estas cifras, por supuesto, han seguido aumentando a lo largo de septiembre y lo que va de octubre.
Queda claro entonces que lo de “pobreza extrema” no es cuento. Hoy en día en Venezuela a una familia cuyo ingreso promedio oscila entre 2 y 3 salarios mínimos, literalmente el sueldo no le alcanza ni para comer. A toda esta pesadilla súmele la segunda tasa de homicidios del mundo, los permanentes cortes de luz, la pésima calidad del agua, el deterioro sustancial de la educación, la salud, la infraestructura, y una larga lista de problemas que constituyen una explosiva realidad social. Y como si lo anterior fuera poco, agréguele el entorno político, caracterizado por autoritarismo, abuso y ventajismo oficialista, violación sistemática de los DDHH, cerco mediático y persecución a la disidencia opositora. Es decir, Venezuela es hoy una suerte de “Estado fallido”.
Pero la buena noticia es que 9 de cada 10 venezolanos queremos un cambio según los más recientes estudios de opinión, dentro de los cuales hay 6 de cada 10 “chavistas”. Es decir, más de la mitad de la propia base política del gobierno está de acuerdo en que las cosas están mal y deben cambiar. Esto se refleja en intención de voto con una considerable ventaja para la oposición, que va desde 25 hasta 38 puntos porcentuales dependiendo de la encuesta que se consulte.
Esta realidad tiene al gobierno de cabeza. Saben que perderán de manera dramática en votación total, y que los diversos trucos que se han inventado para obtener más diputados con menos votos, así como el secuestro de algunas tarjetas tradicionalmente opositoras, no le funcionarán ante la inmensa avalancha que se les viene encima. Por eso ahora inventan lo de la frontera y los estados de excepción, vinculan a la oposición con terrorismo y dicen que un eventual financiamiento internacional para ajustes macroeconómicos (a todas luces necesario) es, en realidad, una conspiración para derrocarlo. Tenemos claro que el plan A del Gobierno aún es ganar las elecciones “como sea”, tal y como dijo el propio Maduro, pero no podemos descartar –y en consecuencia debemos prepararnos para ello-, que ante la evidencia de la derrota decidan en noviembre implementar un plan B a través de un manotón. Frente a esto, la MUD deberá actuar con firmeza y claridad, teniendo siempre presente que la mayoría está de nuestro lado y que la calle es un escenario válido y legítimo para la defensa de los derechos ciudadanos y la democracia.
Por último, vale la pena dejar claro que las próximas elecciones no implican por sí mismas un cambio de gobierno. Pero si marcarán el comienzo institucional del cambio que todos deseamos. Desde la AN la mayoría democrática podrá aprobar leyes que pueden ayudar a mejorar sustancialmente la situación socioeconómica del país, así como frenar la persecución política y reinstitucionalizar el Estado. La Paz de la República no depende de que el PSUV gane, como ellos dicen. Depende más bien de que aprendan a perder y acepten que pasan a ser minoría en la AN.
*Diputado al Consejo Legislativo de Miranda y Directivo del CPFC
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