“Que cada palabra lleve lo que dice.
Que sea como el temblor que la sostiene.
Que se mantenga como un latido.
No he de proferir adornada falsedad ni poner tinta dudosa
ni añadir brillos a lo que es.
Esto me obliga a oírme. Pero estamos aquí para decir verdad.
Seamos reales.
Quiero exactitudes aterradoras.
Tiemblo cuando creo que me falsifico. Debo llevar en peso mis palabras.
Me poseen tanto como yo a ellas.
Si no veo bien, dime tú, tú, que me conoces, mi mentira, señálame la impostura,
restriégame la estafa. Te lo agradeceré, en serio.
Enloquezco por corresponderme.
Sé mi ojo, espérame en la noche y divísame, escrútame, sacúdeme.”
No somos solo colas madrugadoras, muerte, desesperanza y empeño ciego en nuestra propia destrucción, también somos palabra que el mundo reconoce, literatura, belleza que ha de prevalecer cuando ya nadie recuerde por qué era que no se podía conseguir el papel tulalé. Somos poco dados a celebrar nuestra civilidad. Nuestras estatuas son siempre de hombres con espadas, nunca con plumas o libros. El éxito que calibramos en barriles de petróleo, también puede medirse en poemas, en la palabra escrita y meditada. Para un país en el que nos hemos convertido todos en “restriegadores de estafas”, este premio es una apelación a honestidades que también nos distinguen: esta también es la tierra de Bello, de Gallegos, de Uslar y de Cadenas.
Quizá la tarea de mas acuciante urgencia que los venezolanos tenemos por delante, es recuperar el amor propio, el sentido de orgullo de las múltiples cosas buenas que también somos. Reconocernos en lo que hemos construido no solo con concreto armado -nuestra habitual forma de medir el progreso-, sino también en en arte, la cultura, en las letras.
El premio se decidió entre 43 candidatos de 18 nacionalidades distintas que fueron propuestos por 78 instituciones. Es motivo de verdadero orgullo nacional que en el veredicto el jurado diga de un venezolano cosas como esta: “la poesía en español en los últimos sesenta años no puede entenderse sin Cadenas y sin sus reflexiones”. Cadenas con mayúsculas, edificando eternidades del lenguaje. Cuando tanto palabrerío vacío pase, cuando ya nadie alcance a recordar las sinrazones del insulto destemplado, sus poemas seguirán allí tan campantes, lucidos, inspiradores y hermosos.
Gracias Divina Pastora por este milagrito. Gracias Rafael Cadenas por darnos una fama diferente, que el mundo sepa que este país también tiene gente como usted, buscando “exactitudes aterradoras”.