Muy recientemente fallecido, quien ocupara altas responsabilidades de Estado y fuese un consumado académico de por vida, con importantes aportes al país, presto al debate, nos mueve a la reflexión sobre la inteligencia que cumple con el trámite natural, interrogándonos sobre el relevo. Por fortuna lo hay, a pesar de las más difíciles circunstancias que todavía atentan contra su desarrollo, aunque deseamos llamar la atención sobre el interés de la opinión pública que, a veces, está centrada en muy pocos nombres y, otras, olímpicamente los desconocen.
Carrillo Batalla, por cierto, donador de sus libros a la Biblioteca Nacional, pertenece a una generación de juristas, economistas e historiadores con los que, de un modo u otro, nos familiarizamos a través de la prensa diaria. Solía ocurrir, los medios apelaban a las voces especializadas, incluso, muy después de destacarse en alguna cartera ministerial, por ejemplo, para complementar las otras opiniones que los responsables políticos emitían, completando una orientación importante que ahora extrañamos.
Sentimos que, con las excepciones de rigor, la prensa digital todavía no logra equipararse a la impresa de antes, cuya inicial bondad fue la de dar a leer, así de sencillo. Y, para la coincidencia y la discrepancia, Carrillo Batalla, aún en la más modesta consulta evacuada por el sagaz periodista, daba para leer y meditar, como muchos otros que, valga acotar, pudo catalogar en un extenso discurso académico (http://ance.msinfo.info/bases/biblo/texto/BA/BA.01.05.pdf).
La muerte del académico de la perenne corbata de lacito, como acostumbraba también Gustavo Machado, caracterizados ambos por la prenda, preocupa ya no sólo sobre ese relevo en buena parte anónimo, sino el que se va buscando mejores destinos fuera del país. No son criminales los ya centenares de profesores universitarios que emigran, pues debemos apuntar a los que provocan desde el poder establecido las condiciones más propician para decapitar la inteligencia venezolana.