Reportaje NYT: Ni los ladrones quieren el bolívar en Venezuela

Reportaje NYT: Ni los ladrones quieren el bolívar en Venezuela

(Foto Meridith Kohut for The New York Times)
(Foto Meridith Kohut for The New York Times)

 

Lástima por el bolívar, la moneda de Venezuela, llamada así por el héroe de la independencia, Simón Bolívar. Hasta hay algunos maleantes que ya no la quieren, publica The New York Times.





Cuando unos ladrones asaltaron al ingeniero Pedro Venero para quitarle el coche, a principios de este año, él esperaba que lo llevarían hasta su banco para cambiar un cheque que traía por una cantidad considerable en bolívares; el tipo de cosa a la que los venezolanos, cansados de la criminalidad, ya se han acostumbrado desde hace mucho. Sin embargo, los ladrones, armados con rifles y una granada, y seguros de que él tendría un montón de dólares en su casa, no querían nada con los bolívares en su cuenta bancaria.

“Me dijeron directo: ‘No te preocupes por eso’ ”, contó Venero. “‘Olvídate de eso’”.

El ímpetu por tirar los bolívares o evitarlos por completo muestra el grado en el que los venezolanos han perdido la fe en su economía y en la capacidad de su gobierno para encontrar una salida al lío.

Hace un año, con un dólar se compraban 100 bolívares en el mercado negro. Hoy día, es frecuente que sean más de 700 bolívares, un signo de cuán completamente se ha caído la confianza interna en la economía.

El Fondo Monetario Internacional pronosticó que la inflación en Venezuela alcanzará 159 por ciento este año (aunque el presidente Nicolás Maduro ha dicho que será de la mitad de eso) y que la economía se reducirá 10 por ciento, el peor desempeño proyectado en el mundo (aunque no se estimó la de Siria, desgarrada por la guerra.)

Eso sería como lanzarse por un acantilado en forma desastrosa para un país que tiene las reservas petrolíferas más grandes del mundo y que hace mucho que se autoconsidera rico, en comparación con muchos de sus vecinos.

No obstante, la verdadera historia va más allá de los números, se revela en lo absurdo de la vida en un país donde el gobierno se ha negado, durante meses, a dar a conocer los datos económicos básicos, como la tasa de inflación o el producto interno bruto.

Aun cuando el ingreso del país se ha reducido debido al colapso en los precios del petróleo –la única exportación significativa de Venezuela– y ha aumentado el mercado negro de los dólares, el gobierno ha insistido en mantener congelado el tipo de cambio principal en 6.3 bolívares por dólar.

Esa asombrosa disparidad da lugar a una economía de precios altos en la que puede ser difícil estar seguros de cuál es el valor real de cualquier cosa y en la que el mercado negro del dólar es el que dicta cada vez más los precios.

Un boleto de cine cuesta alrededor de 380 bolívares. Calculado a la tasa del gobierno, serían $60. A la del mercado negro, solo serían 0.54 centavos de dólar. ¿Se antojan unas palomitas grandes y un refresco? Según se calcule, pueden costar $1.15 o $128.

El salario mínimo es de 7,421 bolívares mensuales. Eso es unos decentes $1,178 al mes o unos miserables 10.60.

De cualquier forma, no llega muy lejos. Según el Centro para la documentación y el Análisis Social de la Federación Venezolana de Maestros, el valor de la alimentación mensual de una familia de cinco costaba 50,625 bolívares en agosto, más de seis veces el salario mínimo mensual y más de tres veces lo que costaba en el mismo mes del año anterior.

Un galón de pintura blanca costaba casi 6,000 bolívares un martes reciente. El viernes siguiente, en la misma tienda, eran más de 12,000 bolívares

Una cena para dos en uno de los mejores restaurantes de la ciudad puede costar 30,000 bolívares. Eso es 42.85 según el tipo de cambio del mercado negro o $4,762 según el tipo oficial.

La inflación está tan mal que las aseguradoras de automóviles han amenazado con emitir pólizas que venzan en seis meses a fin de minimizar el riesgo del costo en aumento de las refacciones.

Un galón de pintura blanca costaba casi 6,000 bolívares un martes reciente. El viernes siguiente, en la misma tienda, eran más de 12,000 bolívares.

Con cruciales elecciones legislativas programadas para diciembre, el gobierno empezó a poner a disposición de empleados de gobierno y leales al partido, refrigeradores, aparatos de aire acondicionado y enseres domésticos a precios bajísimos. Uno de ellos dijo que había comprado un televisor de plasma, de 48 pulgadas, de fabricación china, en 11,000 bolívares, o solo $15.71 al tipo de cambio del mercado negro.

Maduro culpa de los problemas a una “guerra económica” desatada por sus enemigos, extranjeros y nacionales. Sin embargo, la mayoría de los economistas dicen que la caída en los precios del petróleo y las políticas gubernamentales, incluidos los controles estrictos sobre los precios y el tipo de cambio para las importaciones son las que causan los problemas.

Conforme evoluciona la crisis, Maduro ha dudado en hacer los cambios que hasta los altos funcionarios dicen que son necesarios, como aumentar el precio de la gasolina, tan excesivamente subsidiado que prácticamente es gratis; quizá porque teme una respuesta negativa antes de las elecciones.

Las cosas se ponen más raras día a día.

¿Necesita una nueva batería para coche? Traiga una almohada porque tendrá que pasar la noche en su automóvil afuera de la tienda. Una noche reciente, había más de 80 carros en fila.

¿Quiere una nueva carrera? Muchos venezolanos han renunciado a su empleo para vender productos básicos, como pañales desechables o harina de maíz en el mercado negro, triplicando o cuadruplicando el salario en el proceso.

¿Necesita efectivo? Está bien, pero no demasiado. Se limita el retiro en algunos cajeros automáticos al equivalente en el mercado negro de unos 50 centavos de dólar.

Dada la escasez crónica de bienes básicos, los supermercados y las farmacias llenan largas filas de estantes con un solo producto

Dada la escasez crónica de bienes básicos, los supermercados y las farmacias llenan largas filas de estantes con un solo producto. Hace poco, una tienda tenía ambos lados de un pasillo alineado con paquetes de sal. Otra hizo lo mismo, pero con vinagre. Una farmacia tenía fila tras fila de hisopos.

Sin embargo, entre todos los productos que escasean en esta ciudad, uno de los más notables es el papel dinero, en especial los billetes de 100 bolívares, del color del café, que son los de mayor denominación que están en circulación (con valor de 0.14 centavos de dólar en el mercado negro), con un retrato de Simón Bolívar.

“¿Quiere entender por qué hay mucho dinero y no hay dinero?”, preguntó con una risa triste Ruth de Krivoy, quien fuera gobernadora del Banco Central. Dijo que el problema principal era que el gobierno no había respondido al rápido aumento de los precios, emitiendo billetes de denominaciones más grandes, como de 1,000 0 10,000 bolívares. Así es que la gente necesita más billetes para comprar los mismos productos que adquiría hace un año.

Asimismo, conforme la gente recurre al mercado negro para comprar más productos que no se pueden encontrar en las tiendas, las transacciones que otrora se podían hacer con tarjetas de débito o de crédito ahora se efectúan en efectivo. Eso crea problemas logísticos ya que los bancos deben mover cantidades enormes de papel moneda y los cajeros automáticos se vacían con mayor rapidez.

“Existe un mito de que al imprimir billetes más grandes, reconocerían o validarían la inflación y los precios más altos”, dijo Krivoy.

Por supuesto que Maduro está consciente del impacto simbólico de emitir billetes más grandes, con más ceros; así como, de la inevitable comparación que tendría con su predecesor y mentor, Hugo Chávez. En el 2008, Chávez emitió billetes nuevos y le quitó tres ceros a la moneda que, de tiempo atrás, había sufrido devaluaciones e inflación y la renombró como el bolívar fuerte.

Hoy, el bolívar es todo menos fuerte.

El otro día, Jaime Bello, un mecánico de aviación comercial, acudió a su institución bancaria, el Banco del Tesoro, operado por el gobierno, y encontró que no había dinero en ninguno de los tres cajeros automáticos. Recordó una ocasión anterior en la que fue a retirar 2,000 bolívares y se quedó parado escuchando el chirrido de la máquina cuando salían los billetes. Para su asombro, la máquina lanzó un enorme montón de billetes de cinco bolívares, cada uno con un valor de menos de un centavo estadounidense. Sacó la pila de 200 billetes y, luego, esperó mientras la máquina contaba 200 más.

“Es una locura”, dijo. “Estamos viviendo una pesadilla. No hay nada que comprar y el dinero no vale nada”.

Con la colaboración en la investigación de María Eugenia Díaz.

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