Nuevamente la violencia se hace presente en nuestra máxima casa de estudios, la Universidad del Zulia. El viernes pasado, en medio de un proceso electoral del cual no tengo claro qué sentido tenía –¿Era un proceso interno de algún partido político o era una votación para asumir una representación de todos los estudiantes? ¿Cómo hacer un proceso electoral estudiantil con las aulas vacías?– se produjeron los hechos que ocasionaron la muerte de un estudiante y heridas a otro. Comienzo por lo primero. La vida es el don más preciado que cada uno de nosotros tiene. No tiene sentido alguno la muerte del joven Eleazar Hernández, estudiante de nuestra Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas. No me importa en este momento su militancia política. Lo importante es que era un joven con un proyecto de vida que fue truncado en medio de lo sucedido. El desconsuelo que sienten sus padres y todos sus familiares sólo podrá ser atenuado por la fe y el paso del tiempo.
Repudio la violencia en todas sus formas. Siento repulsión por la violencia dentro de nuestra universidad. ¿Cómo es eso que en el centro de la búsqueda del conocimiento, en el espacio donde debe darse ejemplo de pluralidad y tolerancia, tengamos que presenciar que las cosas se intentan resolver por la vía de la violencia? ¿Por qué gente armada sigue haciendo lo que le da la gana dentro de la universidad? La violencia sigue siendo el arma de quienes no tienen la razón. Que diversos grupos políticos tengan el terror como mecanismo de lucha, anden equipados con armas de fuego o armas blancas o utilicen cualquier mecanismo signado por la violencia, debería ser suficiente para erradicarlos de los espacios universitarios. Sin contemplación alguna. Quienes nos conocen, saben que hemos combatido a los violentos sin tomar en cuenta su ubicación política o ideológica.
En estos momentos es cuando es absolutamente imprescindible un verdadero sistema de justicia que lamentablemente no existe en Venezuela. Lo menos que podemos pedir es que se haga justicia, como lo establece la Constitución Nacional: gratuita, accesible, imparcial, idónea, transparente, autónoma, independiente, responsable, equitativa y expedita; sin dilaciones indebidas, sin formalismos o reposiciones inútiles. ¿Es así nuestra justicia en la actualidad? Obviamente no. Así que pedimos al poder judicial, al poder ciudadano, a los cuerpos policiales que tienen a su cargo la investigación de los hechos, que lo hagan con la imparcialidad y el equilibrio que se debe exigir en cualquier República democrática. Que quienes estén involucrados en los hechos sucedidos, sean de la parcialidad que sea, sean sometidos al debido proceso y que se respete su derecho a la legítima defensa.
Por último, deploro la partidización de este caso. Flaco servicio se le hace a la administración de justicia, al joven fallecido y a su familia, cuando sólo se busca sacar provecho político de un hecho tan lamentable. Insisto en que aquí no importa el color político del fallecido o de algún herido. Lo que interesa es que se produjo un hecho punible que debe ser investigado y que no debe quedar impune. Que se satanice a unos por ser de un color y se absuelva a priori a otros por ser de otro color es la más dramática demostración de la inexistencia de un sistema de justicia en el país. La muerte de Eleazar debe servir para que rescatemos el sentido de la justicia, para que asumamos que la política debe ser realizada por medios democráticos y no a través de la violencia. Hechos como este deben unirnos en la búsqueda de la verdad y de la justicia.
Aunque en este caso, como en muchos otros ocurridos recientemente en Venezuela, se intente a través de la manipulación de la opinión pública capitalizar políticamente y profundizar el odio, la intimidación y la división de los venezolanos; esperamos que, frente al odio, triunfe la sensatez y frente a la intimidación y la división prevalezca en los venezolanos el deseo de que en el país la justicia sea eficiente, accesible, oportuna e imparcial para todos; especialmente para los familiares de todas las víctimas fatales de la violencia desatada, que en su dolor no encuentra el consuelo de ver a los verdugos de sus seres queridos tras las rejas. Sin duda Venezuela tiene que cambiar. La impunidad y la violencia deben ser derrotadas vengan de donde vengan!